miércoles, 9 de junio de 2010

Chimenea de Humores



PLUMA ALTERADA



Chipreviejo, es un fragmento virtual de universo y ‘realidad’, inventado para escenificar traumas y circunstancias insufribles de la vida, pintadas con humor guasón, humor gris, humor vítreo… Y es, desde luego, chimenea de todos los humores.

Chipreviejo, tiene el malintencionado propósito de alterar la pluma, de todos aquellos ociosos que penetran a este Blog, por cuenta de un tal Señor Google, que debe ser un hábil Dios con la misión macabra de agenciarnos opio.

Chipreviejo, se halaga de todos los apuntes, que depositan almas de aura gozona en la bolsa de los comentarios. De allí, de ese baúl de existencias gratas, traigo sin edición malévola, una carta anónima que pregona la segunda parte de “Mi Primer Grumito”:


Anónimo dijo...


Señor bloggero. Caballero relator.

Ciudadano cronista con un Don: Sacar a la luz cosas que se dicen, se ven o se oyen por los extramuros de una ciudad en deconstrucción.

Es un escrito provocador, pues dan ganas de imitar al contador y narrar por qué razón de aquellos polvos, devienen estos lodos. (Léase, algunas embarradas).

Muy buenos los detalles externos, pinta muy bien el escenario, describe estupendamente lo que se cuece entre las bambalinas y muestra muchas verdades sibilinas, aunque no todo sea cierto, en la oscura vida de las chicas del night club de las “pica piedras”.

Lástima que la pequeña desplazada Aguadeña apagara la luz.

Pero quiero escribir y por eso le digo, que el narrador no puede fundir en negro, lo que ocurre desde el canto del gallo de las cinco y media de la mañana hasta el ñarrido bullicioso y galembero del gato negro.

¿A oscuras metí la mano o a oscuras metí los pies?

Se explaya el autor en detalles descriptivos, muy ricos, sabrosos, pero racanea a la hora de los temblores, en el momento supremo de este lúdico cuento.

Nos priva del susurro de despedida triste a la Monita, que debería ir resaltado en letra negrita Times New Roman y con bastardilla.

¿Autocensura, rubor?

Después nos pringa, unta o embadurna con una moraleja distante y poco esclarecedora:

- “Las mejores amantes son las maiceras silvestres, que no conocen el televisor, actúan sin concepto ni censor, y huelen a crispeta agridulce”.

Yo quiero adivinarle, pero el lector es curioso por naturaleza, chismoso por definición y voyerista por tradición.

- “Sentí la tersa piel de una sílfide agreste que me sació en múltiples aromas y maromas”.

Este lector se imagina la gimnasia, olfatea los sudores, supone la magnesia, pero cuando las ninfas crecen, este avezado fisgón quiere poder guindar esas acrobacias, aunque sea por el ojo de la chapa que le proporciona el escribiente.

Uno como consumidor de literatura aspira a que le muestren, en cámara lenta, con repeticiones incluidas, cómo la sílfide rubia amparada en la oscuridad, cambia la timidez por la profesionalidad y de soslayo quiere ver cómo el mudito quinceañero se sacude la torpeza genética heredada, con unos impulsos vitales dichosamente reveladores.

Entonces sólo entonces, sabremos entender la turbia moraleja del relato de unos hechos, que ya han sido juzgados por los años y por el polvo de los tiempos.

Gracias por compartir tus experiencias, te seguiré leyendo.

Vladimir Nobokov.

9 de junio de 2010 10:28

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