lunes, 31 de mayo de 2010

HÁBITOS



Ahí les va un juguete cómico de pacotilla gerardiana, para matar el tedio que produjo el indigno triunfo Santista. Limadura freudiana-teatral donde a lo tutifruti se amalgaman, sin derechos de autor, recortes de una dupla literaria que es paradigma del buen chispazo: “El Testamento Paisa” de A.J.L. y “La Biblia” de un tal don Anónimo.

Son fragmentos al salpicón, con aderezos esquizos del mundo amañado del autorcillo, que sólo ameritan un diván de resortes agresivos. Ante lo cual, viene la defensa gerardiana:

- “Mi modesta intención es alzar el hábito de las monjas y mostrar sus maiceras pasiones. Es requetesabido, que un convento es un mero closet, silvestremente es toda una sinfonía de gallos bravucones. Y si por la verdad murió Cristo, entonces yo digo que en las monjas también el verbo se hace carne, ellas no son de palo”.






UÑA Y MUGRE


ESCENA 1: Sor Nalgambrea y Sor Vigorata, juguetean entre sábanas tibias.

LAS DOS, EN CORO:
¡Arepitas pa’ papá, que se va pa’ Bogotá!

NALGAMBREA:
En tiempos del revolcón, nadie escucha misa.

VIGORATA:
Viento, viento San Lorenzo, que me reviento. ¡Ay, no!

NALGAMBREA:
En la guerra y en el amor, todo está permitido. ¡Qué trinchera!

VIGORATA:
¡No, por amor a Dios!


ESCENA 2: Sor Nalgambrea y Sor Vigorata, esculcan entre sus olorosos hábitos.

NALGAMBREA:
¡A que te cojo, ratón!

VIGORATA:
¡A que no, gato ladrón!

NALGAMBREA:
Ver para creer, dijo Santo Tomás.

VIGORATA:
Ver y no tocar, se llama respetar.

NALGAMBREA:
Ver para creer y para no errar tocar.

LAS DOS, EN CORO:
¡Se juntaron el hambre y la gana de comer!


ESCENA 3: Sor Nalgambrea y Sor Vigorata, físicamente pelean.

NALGAMBREA:
¡Gorda bruscota!

VIGORATA:
¡Langaruta asquerosota!

NALGAMBREA:
¡Gorda barril sin fondo!

VIGORATA:
¡Flaca chuzuda, fea y puntuda!

NALGAMBREA:
(Dirigido a Usted, lector) Esta es tan gordotota, que el Ángel de la Guarda tiene que dormir en cama aparte.

VIGORATA:
(Dirigido a Usted, Lector) Esta es tan langarutota, que tiene más carne un pedo de vigilia.

NALGAMBREA:
(Dirigido a Usted, Lector) Esta arepona grasosa tiene tanta fuerza que sopla un novillo por el culo y le hace enderezar los cachos.

VIGORATA:
(Dirigido a Usted, Lector) Esta cacorra esqueletosa es más fea que un pecado mortal en pelota.


ESCENA 4: Sor Nalgambrea y Sor Vigorata, toman aire y van a un segundo round.

NALGAMBREA:
Está la carne en el garabato por falta de gato...

VIGORATA:
Este huevo quiere sal...

LAS DOS, EN CORO:
¿Qué se va a hacer cuando el almuerzo es yucas? ¡Comérselas, aunque sean malucas!


ESCENA 5: Sor Nalgambrea y Sor Vigorata, se intimidan de momento.

NALGAMBREA:
¿Y por qué tanta escama, mija?

VIGORATA:
El qué dirán, Sor Nalgambrea.

NALGAMBREA:
¿El qué dirán? ¿Quiénes, Sor Vigorata?

VIGORATA:
(Señalándolo a Usted, Lector) Los límpidos ojos que nos fisgonean.

NALGAMBREA:
Fresca, Vigoratina. Son los que menos autoridad tienen para censurarnos. La masa recatada, compra objetos para saciarse.

VIGORATA:
Sí, Nalgambita. Pero debe ser escandalizante para la piadosa gente, el vernos estar de tigo y de migo y de mano cogida. Sería justo, aclararles que...

NALGAMBREA:
¡Ah, ya te pillo! (Al Lector) Pues sepa Usted que nosotras nos nutrimos con los misterios gozosos. Hacemos parte de una congregación de hondo espíritu postmoderno. Tendencias del siglo. La teoría del caos. Somos de avanzada.

VIGORATA:
(Al Lector) Descondone sus neuronas y medite sobre los males erectos... que engendran la fuerza del ocio y la deprimente soledad que encierra un convento.

LAS DOS, EN CORO:
¡La ociosidad es madre de todos los vicios! ¡Sintonízate... mentalízate... conéctate, bizcocho!


ESCENA 6: Sor Nalgambrea y Sor Vigorata, finalmente se remiten a lo suyo.

VIGORATA:
Detrás de la cruz está el diablo.

NALGAMBREA:
¡Recemos!

VIGORATA:
La que inocentemente peca, inocentemente se condena.

NALGAMBREA:
Yo pecador me arrepiento…

VIGORATA:
Dejemos la devoción, que primero está la obligación.

NALGAMBREA:
Para morir, vayámonos enfermando.

VIGORATA:
Que se muera de hambre, pero no de sed.

LAS DOS, EN CORO:
¡Ahhh…!



sábado, 29 de mayo de 2010

Anécdota Africanizada

Villadiego es un compilador guasón. Ausculta anécdotas populares en todos los lares. La narración con que hoy nos atropella, aconteció en Riosucio (Caldas), pueblo culto y festivo que celebra cada dos años el famoso “Carnaval del Diablo”. Villadiego dice que él que se la escuchó a alguien que la había oído de otro que le contó que… En fin, como todo cuento, sea mentira o sea verdad, eso nunca se sabrá.

Comparsa del Carnaval del Diablo de Riosucio. (Foto: González Quintero).


LA PICADURA

Por: Villadiego


Riosucio tiene dos Parques: uno… grande, y el otro… lo mismo. ¡Qué digo! Uno… tiene una iglesia, y el otro… también. Mejor dicho, Riosucio tiene dos Parques: el Parque… ‘de arriba’, y el Parque… ‘de abajo’.

El Parque ‘de abajo’ luce una siembra de pinos. Son frondosos árboles que alcanzan alturas de más o menos dos metros y pico… ¡exactamente! Y para darles más atractivo, los han podado simulando: un canasto, un calabazo, un pájaro, una estrella…

El cuento es que una calurosa mañana de domingo, caminaba por el Parque ‘de abajo’ un ancianito conocido como ‘Pachito’, con la mera intención de asolear sus huesitos centenarios. Feliz iba, hasta que poco a poco lo fue acosando un deseo terrible e impostergable de evacuar la vejiga.

Presuroso, ‘Pachito’ le dio una vuelta al Parque buscando un orinal público, pero como era un día festivo y hora temprana, los cafetines no habían abierto sus puertas. ‘Pachito’ fruncía el ceño, juntaba las rodillas, lagrimaba, ¡ya goteaba!

De emergencia, decidió arrimarse a uno de los pinos. Se pegó bien al tronco, con gran esfuerzo sacó al aire a su mejor amigo, lo protegió velozmente entre el paréntesis de las manos, y brotó un manantial relajante… ¡la dicha entera!

Pero, resulta que en ese pino formaba colmena una multitudinaria familia de abejas africanizadas. Y una de ellas, ante el ruido del portentoso chorro, salió ofendida y le clavó el aguijón a ‘Pachito’ en todo el… Parque ‘de abajo’.

¡Tremenda picadura¡ ‘Pachito’, estupefacto, contempló el inmediato hinchazón, ante lo cual quedó feliz y muy agradecido. Le habían inoculado poder africano. No se cambiaba por nadie, pero recordó que ese veneno, que ahora lo fortalecía y lo engrandecía, podría producirle una taquicardia con paro fulminante, y no quería hacer el ridículo: morir izando bandera.

Por fortuna, la enfermera y acaudalada viuda ‘Dorita’ ya había abierto la botica, y allí voló ‘Pachito’ a buscar un remedio.

- Dorita, tengo un problema enorme…
- ¿Qué mal le aqueja, Pachito?
- Tengo que mostrarle una cosa… Pero, allí en la pieza de las inyecciones, con más intimidad.

Sonrojado, ‘Pachito’ entró a la pieza y tímidamente se sentó en la camilla. ‘Dorita’, mientras se acomodaba las gafas de aumento, le dijo con dulzura:

- Pachito, muestre lo que tiene.

Decidido a divulgar la anomalía, ‘Pachito’ se bajó de un envión los pantalones y, ensenándole la monumental picadura, le dijo:

- Dorita, ¡¿qué tiene pa’ esto?!

- (Brotando severas pepas de ojos) Tengo una finca, un jeep Willys, esta botica, y tengo… ¡unas ganas!

miércoles, 26 de mayo de 2010

HOMENAJE AL DÍA DE LA MADRE


LOS 3 HUERFANITOS


El Flaco, Silverio y yo somos 3 huerfanitos sin nadita que comer. La inclemente Parca, se llevó de un guadañazo a nuestras jóvenes madres.


Rosarito (q.e.p.d.)

Hace un lustro cuando murió Rosarito, la vigorosa mamá del Flaco, próxima a la centuria, una voz taciturna me requirió al celular. Era la fatal noticia, proferida por su hijo calavera, el Flaco.

- Licenciado –me dijo–, se fue Rosarito. ¡Viajó en el vuelo de las seis!

Aclaro que al otro día se dirimía el ganador de un insulso programa de televisión basura, llamado “Protagonistas de Novela”, y los televidentes con su voto dictaminaban el ganador.

- Flaco –musité acongojado–, ¿cuáles fueron las últimas palabras de Rosarito? ¿Algo importante para el Testamento?

- Sí. Dijo: “Ahí queda un billete de mil… para que llamen a Caracol Televisión… ¡MI VOTO ES POR JÁIDER!



María Melva (q.e.p.d.)

Este mes falleció María Melva, la madrecita de Silverio. Ella era una pollita que superaba las 7 décadas. Esta semana Silverio me entregó el Certificado de Defunción, autenticado con firma de Notario uribista: requerimiento único para ingresar al club de los huerfanitos sin nadita que comer.

Las honras fúnebres de María Melva, contaron con una misa cantada en la parroquia de Chipre. Familiares, amigos y colados abarrotaron la ceremonia. Al respecto, Silverio comentó:

- La iglesia se llenó hasta las banderas. Lleno hasta las tetas. Se vendieron todas las boletas. Hubo hasta revendedores. Mi mamá produjo ¡UN TAQUILLAZO!


Abigail (q.e.p.d.)

Mi querida progenitora, falleció finiquitando el siglo XX; muchacha aún, se aproximaba a los 80.

Eran las primeras horas de la madrugada, y estábamos en nuestra casa. Cuando mi mamá empezó a generar ruidos estertores desde su lecho donde dormitaba en estado de coma, por recomendación de las entendidas fuimos sus hijos, uno a uno, a legarle cortas palabras para que descansara en paz.

Yo fui el último. Pensé que lo indicado, era una aclaración final sobre mi futuro laboral:

- Mamá, hoy iré a primera hora a una entrevista para un empleo. Me necesitan. Soy la mejor hoja de vida. Soy imprescindible. Voy a la fija…

De inmediato mi mama expiró, con la tranquilidad de un hijo ubicado en la vida. Murió, sin escuchar la segunda parte de mi discurso:

- Voy a la fija… ¡VOY A RENUNCIAR A ESA POSTULACIÓN!

Aclaro que mi mamá era supremamente religiosa, una persona única, caritativa y solidaria al extremo, una santa. Y como su muerte coincidió con un fenómeno espectacular de ‘lluvia de estrellas’, en esa madrugada que fue de cielo nítido, me gané un codazo con pellizco de mi hermana mayor, cuando le murmuré:

- Hermanita, estoy sosegado y fresco, yo sé que nuestra madre se merece el cielo. Solamente me preocupa una cosa: su ascensión al cielo se está produciendo en el preciso momento en que cae un aguacero de estrellas, y… ¡ABIGAIL VIAJÓ SIN CASCO PROTECTOR!

martes, 25 de mayo de 2010

La Columna de don Onésimo (I)









DOS
CINCUENTONES
ENRUMBADOS


Después de permanecer sentados cada uno frente a su computador durante todo el día, decidimos salir a la calle para hacer un poco de sano ejercicio. A jugar billar.

En Manizales en el centro, afortunadamente proliferan los billares y cada vez hay más, según me cuentan. Así debe ser, en toda Ciudad Universitaria que se precie de serlo. Como calentamiento previo, cada uno se aplicó un plato de chorizos, con arroz y maduro. Una vez acondicionados físicamente, subimos al salón e iniciamos el match.

No habíamos terminado las primeras cincuenta carambolas, cuando apareció Marco, el personaje de la noche, amigo de Gerardo quien nos amenizó el resto del chico. En una libreta de papel bond media carta, nos mostraba sus dibujos, caricaturas de los personajes que frecuentan el billar. Sus historias nos fueron atrapando.

El frío nos animó para invitarlo a la casa, y tomarnos unos tragos. Aceptó pero con una condición, que lo acompañáramos unas cuadras, para sacar la guitarra. Caminamos hasta un escondite en un segundo piso, su taller de trabajo. Comenzó a sacar pinturas de todos los rincones y a explicarnos sus orígenes. Cuadros preciosos en proceso, muestras testigo de muchas horas de trabajo.

Unos minutos después salimos, tomamos un taxi e iniciamos la rumba, acompañados de una botella de ron y agua mineral.

Canciones de todo tipo, rancheras, boleros, baladas.

Los tragos me envalentonaron y me despaché con algunas canciones que se habían resistido al alzheimer y tercas, permanecían aún en mi memoria.

La noche iba lo más de bien: música e historias humedecidas con tragos de ron y soda. De repente, una fuerza extraña comenzaba a estirarme los párpados hacia abajo. No podía creerlo, después de tres o cuatro tragos de ron, estaba liquidado. Tuve que despedirme respetuosamente del invitado y a dormir. La rumba para Mí, había terminado.

Al día siguiente, herido en mi amor propio, pregunto y me consuelo al saber que la cuerda de Gerardo solamente había durado media hora más. También había sido vencido por los años y el sueño. Afortunadamente y para salvar nuestra reputación de rumberos y bohemios, me cuentan que a la media noche apareció Silverio, el príncipe de las tinieblas, y acompañó al invitado hasta las 4 a.m.

Al día siguiente, toda la mañana la pasé en cama, leyendo el último número de Arcadia, con ánimos solamente para hacer espaguetis hasta las tres de la tarde, y con un dolor en la espalda, que justifico plenamente, porque el billar es un deporte de alta exigencia física.

Cuatro tragos de ron fueron suficientes, para acabar con el ímpetu bohemio de dos alegres cincuentones.

Cronista juvenil invitada

Jackeline es quinceañera. Vive en la zona rural de Manizales, en medio de montañas empinadas, y caminos de herradura centenarios. Jackeline, la semana pasada, en plena ola invernal, se demoró 40 minutos para llegar al colegio, en un viaje circense de resbalones y patinadas, por una vía riesgosa hasta para los gatos que usan herraduras.


Jackeline ya enhebra palabras, bajo la guía de un vecino montañero que se las da de cronista y fabulador. (Foto: Mary).


El viaje de ese día invernal, lluvioso a morir, abrigaba una misión: protegida por una bolsa plástica de tienda, iba muy calurosa su primera Crónica de tarea para su profe. Ahí, va pues su regalo: ‘La Camilla’.


LA CAMILLA

Por: Jackeline García Ortiz


Yo no me acuerdo casi de nada. Fue el día en que me dio un ataque epiléptico. Eso fue hace como 4 años, en el año 2007. Se me borra de la memoria, pero me dicen en mi casa que me caí y me di un golpe en la frente.

Yo vivo en la finca Buenavista, ubicada en el Sector Ceballos. Para llegar a la carretera central, a Villanueva, hay que subir por un camino de herradura muy empinado. Es una distancia de un kilómetro y se trepa más o menos en 20 minutos.

El problema, del día en que me dio el ataque, fue que no había Camilla. Me cuentan también, que un vecino, Gerardo Quintero, por fortuna nos ayudó. Nos prestó un caballo.

Gerardo Quintero, es un periodista, que mantiene trabajando en un computador corrigiendo unas revistas científicas que publica la Universidad de Caldas. Desde el año 2005, se había pasado a vivir a una finca al lado de la de nosotros.

Me dicen, que Gerardo nos acompañó (a mí, a papá y a mamá), hasta Villanueva. Mi papá no tenía ni un centavo, para llevarme a que me atendieran en Manizales.

Pero Gerardo, que también andaba sin un peso, pidió prestada plata. “Corrí a donde ‘Crespo’, don Orlando Vergara, dueño de una tienda, y él que siempre ha sido muy colaborador, prestó 10 mil pesos para que salieran pronto con la enfermita”, dice Gerardo.

En verdad, yo no me acuerdo de nada, pero me dicen que papá y mamá me llevaron en una buseta hasta Manizales, donde me atendieron de urgencia los médicos.

Si hasta mi casa pudiera llegar una ambulancia o un jeep, me hubieran atendido en el hospitalito infantil con más rapidez. Gracias a Dios, no me pasó nada grave, pues desde que me dio el ataque hasta que me atendieron los médicos habían pasado como 2 horas.

Antes de que compraran una Camilla de verdad, a los enfermitos los tenían que sacar en una especie de camilla improvisada, que la armaban con dos guaduas delgadas y trapos y estopas. Eso era muy peligroso porque se podía desfondar.

Pero gracias a la unión de todos los vecinos de nuestra comunidad, llegó una Camilla real.

Comenta Gerardo: “La Camilla la compramos entre todos, hace como 3 años. Era un segundazo, una hermosa antigüedad, una Camilla de museo que nos costó 60 mil pesos, y que había servido a una institución de auxilio para rescatar accidentados”.

Desde que tenemos una Camilla verdadera, ésta ha servido a casi todos los miembros de la comunidad. A mamá porque estaba muy grave de las várices, se le habían brotado. Una noche, a la esposa de Jorge, una joven, que se le adelantó el bebé.

También, la Camilla ha servido para: don Bernardino, un señor de edad avanzada, que estuvo a punto de un derrame cerebral. A doña Margarita, que sufre de un problema muy delicado en los riñones. A doña Betty, a Cecilia, a doña Aurita, a don Enrique que está inválido, y a muchos personas más que han salido en Camilla, cargados por vecinos solidarios.

Gerardo, que toma tinto como loco y que fuma con desespero y que come únicamente arroz con huevo, dice por molestar que quiere montar en Camilla:

“Un día de cansón, le dije a mis vecinos que estaba muy grave, y les supliqué que me llevaran en Camilla hasta Villanueva, a la tienda de don Octavio, pues necesitaba que me allí me fiaran un paquete de Derby, media docena de huevos y un cuarto de libra de café”.

El ideal es que tengamos una carretera para movilizarnos más rápido, y que los enfermos, llevados en vehículos, lleguen con prontitud a la clínica.

Comenta Gerardo, que la comunidad del sector lleva varios años en la lucha para que el Municipio de Manizales construya una vía por donde puedan transitar carros.

Afirma Gerardo: “Este mes ya cumplimos 5 años en un proceso para que la Alcaldía nos construya una vía, con huellas y afirmado, un sueño que de hacerse realidad mejorará nuestras condiciones de vida; y así, con dignidad, podremos llevar con prontitud a nuestros enfermitos al médico”.

Gerardo, también dice que la Alcaldía los tiene penando y enredados en vueltas y trámites.

Afirma que: “Nos tocó meter una Acción Popular contra la Alcaldía de Manizales, pues muchos funcionarios nos vienen bananiando desde hace 5 años, y han habido múltiples reuniones, compromisos firmados, y promesas incumplidas, frente a un derecho y una necesidad como los es una vía carreteable, y digna”.

La carretera es un sueño, y como todo sueño puede ocurrir que se cumpla o no se cumpla. Pero nosotros tenemos una esperanza, que depende de que la Alcaldía de Manizales cumpla con su promesa. Entonces, la Camilla podrá ir a descansar a un museo.

Fin.


Escritora Invitada

Daniela es una campesinita de 10 años que vive en el Sector Ceballos de la Cuchilla del Salado, una veredita manizaleña que goza del sosiego. Daniela es hábil para el diseño, construye un castillo con una caja de fósforos; baila al son de música pirata (salsa de la vieja guardia); pinta, mejor que Miró, en cuadernitos populares; y, ya le jala a las letras.


Daniela cuando tenía 8 años y mudaba dientes. Aún no sacaba las uñas para escribir historias. (Foto: Tilincio Villa-Nueva).


Hoy, es la escritora invitada. Sacó al azar 4 personajes que habitaban en una bolsita plástica donde cohabitaban 16 más marcados en tiritas de papel. De otra bolsa, donde se escondían 20 temas variados, le tocó la suerte del tema ‘amor’. Y con estos ingredientes, siguiendo la instrucción de una profesora que aviva la férrea estructura (inicio-nudo-desenlace), armó su cuento.


HISTORIA DE AMOR

Por: Daniela Marín Muñoz (10 años)


Erase una vez un Mudo, que sufría las burlas de todos los hombres, pues decían: “Vive solo, y no tiene novia porque le faltan las palabras para conseguirla”, y una Lavandera, que sufría las burlas de todas las mujeres, pues decían: “Vive sola, porque es muy feíta”.

Un día de verano la Lavandera fue al río, a un charquito limpio y profundo, para lavar una ropa. Y en ese mismo charquito, sin que la Lavandera lo notara, estaba buceando el Mudo.

En el momento en que la lavandera se estaba echando agüita en la cara para refrescarse del calor, el Mudo sacó la cabeza fuera del agua para respirar, y por accidente y sin quererlo rozó los labios de la Lavandera. Y por mucho rato, se quedaron alelados mirándose a los ojos.

De pronto, apareció una Serpiente con la intención de picar a la Lavandera. El mudo abrazó a la Lavandera para protegerla del ataque de la Serpiente. Entonces, la picada se la ganó el mudo. Y la Serpiente, que era “Mágica”, huyó perdiéndose entre las aguas.

El Mudo, en vez de morir, pegó el primer grito de su vida: “¡Ayyy!”. El Mudo se puso muy feliz, y le dijo a la Lavandera que ya podía hablar. Se hicieron novios y se metieron juntos a nadar en el charquito.

Repentinamente, salió de entre las matas un Tigre que hace rato con ojos de hambre venía observando a la Lavandera y al Mudo. El Tigre, con mañita se fue entrando al charquito con la idea de merendárselos.

Pero como el Tigre los vio besándose felices, pensó: “Las personas que aman no merecen morir, porque el amor es lo más hermoso de la vida”.

El Tigre tomó agüita para calmar el apetito, y se fue para el bosque a buscar comida. El Mudo y la Lavandera vivieron felices por siempre.

lunes, 24 de mayo de 2010

El agricultor 'Taranto', muy londo y lirondo, a la mañana siguiente de cometer el ecocidio contra el zancudo caleño. (Foto: 'Tilincio' Villa-Nueva).

DIÁLOGO DE ZANCUDOS

Toda la Semana Santa me clavé en la finca LA GLORIA. Y en sociedad con ‘Morocho’ –mi sobrino– emprendimos proyecto huerta casera para nutrir alacenas de parentelas.


Entonces: calzar bota pantanera, desyerbar con azadón de palo largo, cercar con latas de guadua, mover boñiga seca, podar árboles viejos para despejar canícula, empujar carreta, volear machete y azadón, trazar surcos, hacer camas y semilleros, y todo lo relacionado con lo que hacían los desplazados.

El cuento es que por las noches fuerte ataque de alimañas. Una noche molidos por la faena, entré con ‘Morocho’ al cuartel que nos asignaron los patrones para el buen dormitar, y me topo con una tarántula arribita de la almohada, grande y peluda y ponzoñosa y café y del tamaño de un buñuelo de 300 pesos.

Sin conciencia ecológica le zampé un tanganazo con mi camiseta, pesada en mugre y sudores y manchas de plátano. Cayó como una plasta (y calló del todo), fragmentada y postmoderna, descompuesta, muerta de una. Fue tan intempestivo y veloz y explosivo y contundente mi gesto heroico, mi acto homicida, que ‘Morocho’ soltó una sonrisa y seguidamente emprendió relajado ronquido.

Yo me desvelé. Mi conciencia obró en lo justo. “Sicario. Matón. Plaga de los indefensos arácnidos”, sonaba en mis sesos encebollados. Y entonces, la madre natura emprendió venganza: me atacó un zancudo caleño.

Cuando sentí cerca de mis pabellones auriculares el sonido de ese asesino motorizado, encendí la lámpara. Y lo pillé en el preciso instante en que tomaba un metro de impulso para con saña ensartarme el arpón. Quería levantarme roncha y escozor y, sobre todo, venía por mi sangre azul.

Pero, sin darle tiempo, repentinamente, intempestivamente, de improviso, improvisando, le expresé con tono conmovedor:

- “Amigo motorizado, pequeño vampirito, míster glifosato: te equivocas de piel y de cuerpo. Mire nada más mi talla enjuta, mi lamentable cuerpo de pacifista hindú. Lo pongo al tanto del estado árido de mi torrente sanguíneo: tiene más sangre una ración de morcilla gallega”.

El zancudo quedó pensativo, disminuyó un tantico su aleteo, guardó un tercio de su estoque y quedó a medio metro sosteniéndose en un punto al estilo helicóptero aliado. Y le metí más rollo:

- “Amado invertebrado, genialidad de Dios, chupasangre querido, antes de que me inserte la jeringa le quiero decir una sola cosita: usted en vez de sacarme sangre debería donarme. Mire mi color, mi costillar, mi penar, mi yugular… Necesito una DONACIÓN suya. No sea malparido ni gonorrea”.

El hijueputica zancudo caleño se quedó pensativo –no sé si ofendido por el insulto o convencido por mi argumento–, breve instante que aproveché para hacer estallar mi palmada.