lunes, 4 de octubre de 2010

Luxación

Hoy se cumplen 2.345 días, cifra redonda y sonora, válida para evocar la torcedura de pata de mi hermana soltera.

Fotografía: del amigazo humanista, José Clareth Bonilla


CLÍNICA DE LA TERCERA EDAD “CHIPREVIEJO”.

REPORTE PARAMÉDICO DE GERARD.

MAYO DE 2004.



Se apiñan por las estancias de esta casa: 1) manzanas chilenas cultivadas en Pácora, 2) peras casi que boxísticas, 3) acartonados juguitos encartonados, 4) galletas de la pasada navidad, 5) bombones muy eróticos, 6) analgésicos… ¡doping!


El hecho infausto, ocurrió el pasado martes a las 19:00 hora Chipreviejo. “El ‘damo’ de compañía” (Gerard), que parece ausente, estaba ausente.


Campaneó el timbre, y la docente jubilada (mi hermana Olga), bajó en ráfaga para ver “¿quén toca a peta?”:


- ¿Muy hambreado un desplazado?

- ¿Firmas para revocar una rata de duma?

- ¿Guachimán pitando la cuenta de la quincena?

- ¿Degustación de mazamorra ecológica embotellada?

- ¿Discurso de nueva iglesia con registro al día de la Cámara de Comercio de Manizales?


Tal vez por la penumbra, falta de un bombillo o la poca luz por austero ahorro, abonando quizás un exceso de limpiador Sanpic y cera Beisbol, sumando a lo mejor el peso de los años... lo cierto, es que la pedagoga jubilada –chocando juanete contra filo de columna– cae como plasta y rueda como buñuelo, y sufre un totazo que le costará mucha pasta.


Y en la partitura viene un ¡AY!: prolongado, melódico y ranchero.


Entonces, la ‘profe’ jubilada sembrada en el piso, su pijama rosada haciendo juego con los jaspeados mosaicos de la sala, postrada y en gesto torcido como clamando la salida de los marines.


Y baja cual saeta veloz –entre tumbos– la carnuda inquilina (María Teresa, jubilada y colega de Olga), y trata de levantar la colisionada, pero misión imposible. ¡¿Cómo levantar esa mole?!


Sigue el castigo del ding-dong en la ‘peta’. Y la trozuda inquilina abre los pestillos, y afuera está la Diana Lucía (mi sobrina que es vecina) muy lívida y como ida.


Ya, entre las dos traga-sopas, aunando esfuerzos, y aplicando el tercer género de las palancas, tratan de incorporar la masa corpórea. Pero puede la gravedad de la tierra y la del dolor.


Llaman, entonces, al Ingeni-ebrio Ron-Jairo (mi hermano Jhon “Botellón”), máster en grúas y demoliciones, quien arriesgando lumbago la iza verticalmente. Y vino el acto de locomoción.


Difícil el desplazamiento. Jhon, docto en sacada de borrachos, le alza a Olga el mofletudo brazo derecho y lo acomoda en su cuello Tyson. Y chanta mano de albañil en la cintura de mi jamonuda hermana.


Y trata de arrastrar algunas yardas a la nokeada. Pero casi le descoyunta las aromadas axilas, por poco le desencaja la quijada y le adelgaza la papada.


Según versiones de los mirones vecinos, la jubilada se arrastró, hasta el ‘narco-toyota’ de Jhon, como recortado lisiadito en carrito de balineras.


Fue llevada a un centro de luxaciones, para párvulas, donde le tomaron una foto digital contra el tobillo, y le aplicaron un kilo de yeso para molduras dentales.


Y ahí va el asunto. Veinte días de postración. Linda oportunidad que aprovecha leyendo a Laura Restrepo, revistas atrasadas de Semana, La Patria con la tragedia, y un curso de francés de los 60, mientras escucha un tema quemado: “La Mar-se-YESA”.


¡Última hora! ¡Sin confirmar, no lo decimos! ¡Extra, extra, extra!...


Se revela un dato, entregado a última hora por la Olga estrellada:


Se negaba a levantarse del suelo por una preocupación que la embargaba: tenía las piernas muy peludas y no quería enseñarle esa terrible pelambrera al médico.


Le gritó a la sobrina Diana Lucía que le trajera de urgencia una cuchilla Minora. Se lanzó la Diana, y corrió a las estanterías del baño y, por la premura, le trajo la máquina rasuradora de la inquilina María Teresa.


Un adminículo higiénico, que traía impregnados en sus filos unas cerdas largas y amonadas.


Según dice Olga: “Eran largos rastros de pelos que ‘Tere’ se quita de la barba y el bozo, y que ella en su intimidad elimina de la cara”. (¡Yo no sabía que en la casa se hospedaba otra antena!).


Olga, rechazó con espanto, y otro grito, el uso de esa máquina –y lo hizo frente a la dueña–. Y ordenó la compra de una Gillette de las costosas. Ya rasurada y con las patas brillantes, se dejó arrastrar hasta la clínica.


Y cuentan que él medico enyesador, viendo tal piel y tal pulcritud, se enamoró perdidamente. Y se ensimismó tanto, que le enyesó el tobillo sano.


sábado, 2 de octubre de 2010

La Columna de don Onésimo (V)

Por los ‘Estudios Centrales’ de Chipreviejo, donde se generan estas disparatadas entradas, arrecian los tempestuosos vientos de “la más hermosa y sutil de las mentiras”… ¡LA DEL AMOR!



Don Onésimo, ausente un bimestre de este Blog, anda a la caza de aquellos tiernos refugios, que son nuestra única salvación. Su nueva Columna es prueba enloquecida.





LOS TAXISTAS DE MANIZALES (2)



Bueno señor, ahora vamos de regreso a Chipre –le dije.


Como no, con mucho gusto. Oiga… muy bien, muy bien ¿no?


Yo realmente no sabía a qué se refería, pero él seguía conversando…


A mí también me gustan las mujeres jóvenes. Son más cariñosas, y esa piel. Yo tengo 54 años, y mi señora 25. Llevamos tres años de casados y nos entendemos muy bien. Es que el espíritu no envejece. Yo por dentro, sigo siendo tan joven como hace 20 años. Es el cuerpo, es la apariencia la que hace que le digan a uno viejo.


Eso está muy bien –dije–, pero la chica que acabamos de dejar en su casa, ya es una mujer madura, tal vez unos 15 años mayor que su señora, sin embargo se lo haré saber. Se sentirá halagada.


Usted no es de aquí ¿cierto? –me pregunta.


No. Yo soy de Cali, pero desde hace cinco meses, estoy viviendo en Manizales.


Pero por lo que veo, le está yendo muy bien –me dice socarronamente.


A Ella la conozco hace muy poco, un mes aproximadamente, pero sí, usted tiene razón. Estoy muy contento acá y estoy tratando de conquistarla. El miércoles precisamente, le llevé una serenata.


Y una mujer así, se la merece. Y estoy seguro de que apreciará mucho el detalle –continuó diciendo el taxista–. Es muy bonita y por lo que les venía escuchando, es una mujer inteligente y preparada, y además lo trata a Usted muy bien, muy delicadamente.


Las serenatas son –me decía–, una buena manera de expresar los sentimientos. Siga así, es cuestión de paciencia. La conquista para Mí, es una obra de fina artesanía y necesita de tiempo para que ellas se aseguren de que uno es el hombre que andan buscando. Aunque le digo una cosa: las mujeres escogen al hombre que quieren que las conquiste. Nosotros seguimos el juego de la conquista, pero la escogencia ya está hecha cuando comienzan a aceptar sus invitaciones.


O sea que usted cree que ella ya se decidió por Mí –le pregunté interesado.


Por supuesto, mi amigo. Sólo hay que escucharla cuando le habla. Suenan como campanitas.


¡Hombre, Dios lo oiga! ¿Cuánto le debo?

viernes, 17 de septiembre de 2010

LA 23

Calle Modelo


La parca, de festín en la maquillada capital caldense, remató su eterno agosto el martes 31 de madrugada. Hugo Márquez ex futbolista profesional del onceno local, fue cosido a puñaladas en plena Carrera 23. Márquez, pasado de copas, osó resistir el ataque carnicero de jóvenes desempleados.




Tal vez, su última imagen fue la fuga de linces portando el botín: un maletín ajado que anidaba recortes añejos de prensa y fotos blanquinegras de su época de gloria. La institución deportiva alba con el olvido, ya lo había matado en vida.





Como homenaje rabioso, doy entrada a un texto periodístico que me publicó un domingo del año 96 el diario de la casa y que premió la Alcaldía, dándome dos salarios mínimos con descuentos y una replica chiquita del Bolívar pájaro de Arenas. Eso fue hace 14 años cuando lamentablemente entraba en uso de razón.

 


(Fotografías: María Olga Quintero Castro)




HAY FUEGO EN LA 23, EN LA 23…





1. EL MENÚ


Recorrido cuasi-turístico por la calle modelo de “Manizales del Alma”. Un tour tragicómico aderezado por la escaramuza, el absurdo y la insolidaridad. Escozor de sobremesa.


2. EL OCIOSO



La onda de pánico se multiplicó al instante. El sonido de la explosión había sido estruendoso. Varias cuadras de la Carrera 23 fueron desocupadas en segundos, que parecieron siglos para la masa humana que paseaba zombi en aquella noche ferial de 1985. Yo, acrisolado en panela melcochuda y masa de arepa amarilla, también corrí despavorido. (Acá el miedo es nuestro sello de identidad).



Temblando aún, husmeé. Cuando los más atrevidos se asomaron por las esquinas y echaron un vistazo hacia el Parque Caldas, pudieron contemplar el caos: un piso volcánico de tizones humeantes, esparcidos por los vendedores de frituras sospechosas. Decenas de mazorcas abandonadas en el grasiento asfalto, muchas de ellas con la huella de una primera mordida, calada en lápiz labial rosado nacarado.
 

Y a todo el frente del teatro El Cid, un hombre con gesto compungido, bañado con hilos blancos que traían adheridos pedazos descarnados de cauchos multicolores. Alguien, un ocioso pueblerino manizalita de tiempo completo, había lanzado una colilla encendida de Pielroja sobre las bombas infladas con gas.


Este “atentado” posibilitó –para los que todavía mascamos sensibilidad– la dicha fugaz de apreciar por un leve momento, la imagen de la vía principal de Manizales en añorada dimensión de soledad, escasa hoy entre el hacinamiento morboso de una parroquia que de la noche a la mañana se aproxima al medio millón de habitantes. (Acá la escala humana no llega a un peldaño).


3. NIDO ARISCO

En 1848, Fermín López y los demás imprudentes fundadores de Manizales, hombres de espíritu colonizador y aventurero, arrasador y desmedido, llegados del sur de Antioquia (Sonsón, Abejorral, Rionegro, La ceja, Salamina et al.), nunca se imaginaron que en este arisco terreno donde enclavaron el caserío, se erigiría siglo y medio después, una pequeña urbe sitiada por abismos y fangos.

Pelecharía un conglomerado humano atrapado en la redes de un sistema vial imposible. Población trenzada actualmente por el juego urbanístico de algunos torpes funcionarios que sólo saben de planificación familiar… ¡mera píldora para un día después de aquello!



4. PAISAJE AMURALLADO
A principios de los 70, un selecto grupo de Arquitectos Paisajistas venidos de diversos lugares del mundo a un encuentro convocado por la Universidad Nacional, caminaron la montaña corrupta. La recorrieron de extremo a extremo siguiendo los más de 6 kilómetros que tiene la Carrera 23. Alborozados por la madre natura, cantaron maravillas y no cesaron de glosar que esta vía era única en el planeta Tierra.

Claro, en cada esquina se abren múltiples visuales propiciadas por la topografía de una villa que tiene su arteria fundamental folgando en el espinazo de un dinosaurio catedralicio que yace petrificado, abrazando laderas aguadas de tragedias.

Sí, desplazarse por La 23 es asistir al espectáculo de un torrente de panoramas. Virtud que antes era más generosa, gracia que entra en desgracia ahora cuando constructores depredadores del ambiente bajo el amparo de ediles al 10%, levantan edificios sin un mínimo respeto por la visual nativa. Acá germina la muralla… ¡sin amarres antisísmicos!


 

5. TIRANDO VEINTITRÉS
La Carrera 23 parte desde la Calle 13, teniendo como telón de fondo el monumento a La Pichinga (hoy un esperpento escultórico: un torero bonsái humillando con una cacerina a un toro caribajito). Sigue una falda boleruda, sostenida hasta alcanzar la Calle 15. Irrumpe plana hasta el Parque de Los Fundadores. Allí cambia de mote, se torna Avenida Santander, y cual prócer fenece 50 cuadras más adelante, incrustada hasta la cumbamba contra la montaña que orla el barrio Milán, extramuro de estrato 6 donde venden kumis casero de leche Celema vinagre con severa cuca que por acá se da.

Pero La 23 propiamente dicha, son esas 17 cuadras de La 15 a La 32 (¡eso sí es saber restar!), donde los manizaleños se codean día tras día con sus dolores cotidianos. Recorrido sagrado emparentado con La Séptima capitalina, con La Sexta caleña, con La Playa paisa o con La Calle Real de la más perdida aldehuela.

Ringside de tránsito común y corriente y hasta refinado, por donde las gentes se debaten en rutinas consumistas, en vueltas personales mecateras, en representaciones de la más sórdida mendicidad, en viajes para pasear el tedio y el estrés, en pasarelas para exhibir lo último de la moda quedada, en álbumes del desempleo y la figurita Jet, en encuentros para armar patraña e hilvanar trapisonda. ¡Punto, cadeneta… chisme!

Todo un teatro que plasma una civilización decadente… ¡la esperanza de vida es un chance de 200, un bingo de 300 ó un polvo rápido que se trueca por un plato triste de frijoles con garrita y jugo de fruta de temporada que vale menos de 2 mil!

 

6. PUERTAS ABIERTAS
Los transeúntes aminoran la marcha títere en la esquina de la Calle 26. Allí está el alcanforado Club Manizales, portento del mundillo social de casta grecoquimbaya. En su portal llueven estrellas a punto de fundición. No hay habitante sin credencial laminada, que no haya lanzado lengüetazo imaginario a las damas encopetadas, que levitando cruzan la puerta de cristal macanudo.

Desde afuera, el excluido hambrea la rumba opaca y el acorde que se escapa a las disonantes orquestas que animan el golpe de tacón puntilla de 3 pulgadas. Reinas de las ferias de la mazorca tierna y el chuzo de perro callejero, políticos ‘para’ homenaje, cantantes barnizados por emisoras y afiliados disfrazados de afiliados… para todos ellos, una fila india protegida con bolillos del ente que se traga el erario.

A la entrada, un trío de porteros con máscara vulcanizada decididos a que no redunde la acción de aquella manifestación estudiantil de año 76. Un joven universitario alcanzó –según él– la vibración más orgásmica de su vida: rompió en el tercer envión, con una roca del tamaño de un cadáver de animal de La Guaca del Pollo Pollón, la puerta de grueso calibre. ¡¿Quién los manda a ladrar que ‘Manizales es la ciudad de las puertas abiertas’?!


7. LUNA DE HIEL
Dos cuadras atrás, en la esquina de la Calle 24, funcionaba el Club Los Andes (hoy sede de un garito lugareño que vende esperanza). Establecimiento para piruetas de simulación del prestigio. Allí se alquilaba a la clase emergente, tarima y bambalinas para jugar al evento social: fiestas para recoger fondos cunchos, grados de cartón comprado, aniversarios de todos los metales, cumpleaños quinceañeros de seda virgen y bodas para madrugar enguayabado a comprar cebolla y tomate. Perduraba el escándalo, el bochinche, y el vómito abonando el matero. Desde la acera del frente, el fisgón disfrutaba el Show Sin Cover.

A la medianoche de un sábado del año 94, salió comitiva copetona para despedir a unos recién casados. Con la ayuda de manos enguantadas, la dama en ofrenda entró su repolludo ajuar a un auto lujoso y cuando el rubicundo esposo se disponía al abordaje del coche, un hombre exaltado lo desahució con una soberana patada en la parte más noble del noble. El coche partió en busca de bolsa de hielo y pieza en clínica privada.

Un año antes y con igual empeño didáctico, abrió portones, entre las calles 18 y 19, otro Club Privado. Días después de su inauguración, un acto marcó su estela bandida. Un carro fue parqueado. Se bajó un caballero de fina estampa y rubricó un portazo. Subió con premura las escalas entapetadas. Esgrimió un arma y sin mediar palabra, propinó un disparo en la cabeza de un asociado. Asunto de faldas: la esposa del agresor había vivido una aventurilla con el occiso. ¡Manizales satura la página roja!

 

8. AMIGO DEL VOLANTE
Frenazo en seco: ruido en el tobogán. Manizales es la ciudad colombiana que más vehículos automotores tiene en proporción al número de habitantes. El desarrollo económico –muchas veces ligado al arribo de gentes arribistas y a sus respectivos dineros calientes– incrementó el parque automotor de manera alarmante. El subido cilindraje, invadió la callejuela.

Los accidentes callejeros, que en décadas anteriores acontecían por caídas y resbalones fruto del desnivel de las calles que se desprenden de La 23, ahora se deben a accidentes de tránsito. Es usual observar a diario: discusiones entre choferes de machete mohoso, ancianos que vuelan eyectados por nalgada del parachoques y autoridades de tránsito midiendo la culpabilidad y apresurándose por despejar el terreno para un nuevo golpe. ¡Golpe tras golpe yo pago…!

En el rescoldo de los recuerdos está aquella bella época cuando –eran los 60– por La 23 circulaban los buses azules de Socobuses. Servicio público que se caracterizaba por el agudo grado de paciencia de sus conductores: esperaban a que el usuario se despidiera de pico y abrazo, de todos los conocidos incluido el pato ayudante.

Hoy transitan por las rampas, más de 40.000 vehículos. Pensando en el lío del tránsito, un taxista de neurona manizaleña le blandió a un cliente una solución inteligente e innovadora: “La Avenida Santander se puede volver de tres carriles, sólo basta quitarle, como mínimo, un metro y medio a cada acera”. Debe ser fantástico ver a los peatones colgados de los aleros cual trapecistas [Buñuel-Dalí-Kafka-Artaud-Taranto].

 

9. CARROBOMBA AL DESPISTE
Parroquial es la solución del amigo del volante. Parroquial es la actitud de los gobernantes que dejan demoler casas que son joyas de la arquitectura tradicional y suma de la identidad, para plantar locales comerciales de baratijas o parqueaderos para carritos de dulce o madera.

Y entre las incongruencias feudales, nació nuestro carrobomba. La paranoia terrorista nacional impregnada de nuevas formas de violencia, llegó a La 23.

Un carro incierto, una camioneta encabinada y llena de cajas de cartón, fue motivo de rumor fatal. Llevaba varias horas estacionada al lado del Palacio Nacional. Alguien llamó la atención: ¡¡¡UN CARROBOMBA!!! En menos de un minuto todas las dependencias del Palacio quedaron desoladas. Cuadras a la redonda fueron desalojadas. Grito, confusión y contusión.

Cuando una unidad sabuesa del Cuerpo Especializado en Antiexplosivos, revisó el vehículo y analizó con lupa el contenido de las cajas, todo el mundo respiró: las cajas guardaban paquetes de papel higiénico. El rumor fue caca.

 

10. LENGUAS Y NAVAJAS
“¿Cómo quiere la lengua? Le doy la puntica, le corto mitad o se la doy entera”, pregona el vendedor en la olla de la esquina del Banco de la República. Avanza la noche y La 23 es una cinta amarilla de taxis a la caza de los trasnochadores ripiados y parejitas húmedas. Reina la inseguridad. Bandas de gamines, recuas de alcohólicos y sopladores, rebaños negros de espectro homicida campean La 23.

Cruzar el Parque Caldas o el de Los Fundadores, es una aventura temeraria iluminada por el centelleo frío de la navaja. De La 15 a La 18, la rumba es un agite infernal. El pico de la botella hiere neumáticos. El vendedor de fritanga mantecosa no da abasto y aún obsequia calendarios del año pasado 96.

Adentro, en una cantina raspera, hay una mesa con tembleques (rociada en sustancias psicoactivas que comercia la destiladora ILC), donde se trama la muerte de un ser que amanecerá tendido en La Panamericana. ¡Qué orgullo para la vía madre!

Manizales, La 23, ya no es el paraíso de otrora cuando la juventud de bufanda paseaba de noche parando para brindar vino de consagración con cigarro matapechos. Hoy es lapso de lamento. Lanzarse a la boca del lobo que va desde Los Fundadores hasta el antiguo lote de El Orfanato, es exponerse a un carrerón de supervivencia. Es ser testigo de una escena de cine negro: un anciano sacudido por una pesquisa de pirañas a doce manos, y que luego es echado a rodar por la manguita que baja al túnel de la Avenida Paralela. Y de ésta, ni se diga.

“¿Cómo quiere la lengua? Le doy la puntica, le corto mitad o se la doy entera”, pregona el vendedor, mientras un comensal limpia la sangre de un billete.

 

11. ¿SIGLO XXI?
Una noche de hace diez años, cuando un ciudadano se desangró al lado del estanquillo La Resaca en La 23 entre calles 30 y 31, Manizales mostró el cobre de su futuro. Recibió una certera puñalada en el cuello. Murió allí mismo, en cemento gélido, dos horas después. Ningún chofer se ofreció a trasladarlo al hospital. La sangre es una mancha difícil que no borra ni la prestigiosa agua manizaleña: la más pura y divina del universo.


 


martes, 31 de agosto de 2010

XEROX (3)

Hoy por fin, después de múltiples ruegos del chileno Nicanor Parra Sandoval, para que lo sacara en la sección XEROX de mi Blog, he tomado la decisión de honrarlo con la Entrada de este último día de mes, por 3 motivos:

1) Porque es un viejo amigo de mis amigos, y viene recomendado de política.
2) Porque cumplirá años el próximo domingo, y publico su poema como regalo de onomástico.
3) Porque ‘Don Nica’ es el creador de la antipoesía, y su obra ha tenido una profunda influencia en la prolífica literatura de Chipreviejo.


'Don Nica'. Imagen rapada de Wikipedia.


Mujeres



(Nicanor Parra)






La mujer imposible,


La mujer de dos metros de estatura,


La señora de mármol de Carrara


Que no fuma ni bebe,


La mujer que no quiere desnudarse


Por temor a quedar embarazada,


La vestal intocable


Que no quiere ser madre de familia,


La mujer que respira por la boca,


La mujer que camina


Virgen hacia la cámara nupcial


Pero que reacciona como hombre,


La que se desnudó por simpatía


(Porque le encanta la música clásica),


La pelirroja que se fue de bruces,


La que sólo se entrega por amor,


La doncella que mira con un ojo,


La que sólo se deja poseer


En el diván, al borde del abismo,


La que odia los órganos sexuales,


La que sólo se une con su perro,


La mujer que se hace la dormida


(El marido la alumbra con un fósforo),


La mujer que se entrega porque sí,


Porque la soledad, porque el olvido…


La que llegó doncella a la vejez,


La profesora miope,


La secretaria de gafas oscuras,


La señora pálida de lentes


(Ella no quiere nada con el falo),


Todas estas walkirias,


Todas estas matronas respetables


Con sus labios mayores y menores


Terminarán sacándome de quicio.

 
 
 
 
 
 
 
(Diccionario para incultos. Vestal: casta. Walkirias: personajes de la mitología, hermosas guerreras que cabalgaban y lucían armaduras plateadas…).
 

martes, 24 de agosto de 2010

Hostia-fobia

LA OBLEA CONSANGRADA


No quiero herir susceptibilidades. Tómelo Usted, sólo como la divina revelación de una patología mística. Confieso: espantosa fue mi primera y única relación con el cuerpo de Cristo.



Suena el timbre. Una mano creyente me tiende un sobre: “Invitación a Primera Comunión”. Entonces, se me devuelve el casete. Entro en shock. Pánico. Casi convulsiono.


Soy un hirviente volcán de traumas. Y evocar o revivir ese ritual católico, saca a flote mi “hostia-fobia” (terror exasperante con espasmos diafragmáticos, que me acontece al tener contacto bucal con la oblea consagrada).


El nacimiento de esta particular enfermedad, se remonta a mi más dulce y tierna infancia. Me describo en esa época virginal: 9 inocentes años, ideas cortas, pantalón de dril estilo China de Mao, motilado con corte a lo Marine (copete como brocha trajinada).


Era casto, puro, inmaculado, sin malos pensamientos. Todo un indiecito que adoraba: sol/luna/estrellas/eclipsis/arcoiris. Aún no me habían incorporado a las huestes cristianas: no había hecho mi ‘Primera Comunión’. Era un alma sin identidad y no conocía al Ángel de la Guarda mi dulce compañía.



Fiel a la tradición, mi mamá me dio un estrujón y caí de culos a un rebaño cuasi-celestial. Un bloque de búsqueda omnipotente conformado por 20 niños y niñas. Y quedamos en las manos perfumadas de un caritativo padre franciscano, que destilaba del hábito un mareante olor a incienso.



No lo niego: ansiaba volverme llave de Yavé. Aunque aclaro: no había entrado en uso de razón.

Fue torturante. ¡Para merecer el cielo hay que hacer mucho lobby! Sólo recuerdo que fueron agotadoras jornadas laborales donde me aplicaron inyecciones doctrinarias de grueso calibre. ¡Dios duele!

En mi memoria, guardo las imágenes macabras de un ejemplo que nos dio ese reverendo capuchino, para referirse al misterio de la hostia. Recuerdo, como si fuese ayer, esa actuación ligada al estilo stand up comedy.




Amalgamando facetas de Jerry Lewis, Lenny, Darío Fo, Alerta y la gorda Fabiola, el hermano de traje café y cordón grueso al cinto, tomó púlpito y ladró:

- “Niños y niñas que cruzarán la registradora hacia la cristiandad: en cierta ocasión dos ladrones, aprovechándose de la soledad reinante en una parroquia, entraron a robar nuestros emblemas sacros.

Empacaron en un costal de harina: marcos y lienzos y cortinas y hábitos, velas y velones y veladoras, cirios y candelabros, camándulas y escapularios, alcancías de limosnas y estampitas de la Virgen.

Y, por último, violaron la cerradura de nuestra mítica caja fuerte. Extrajeron sin piedad el cáliz de oro y con garra farisea cogieron una hostia bendecida.

Uno de ellos, el más fiero y sicario ateo, puso la hostia contra la pared, sacó un puñal de abrir pescados, y se lo clavó a la sacrosanta oblea con certera puntería. De allí, empezó a manar sangre de Cristo… borbotones… chorros… cascadas… ríos… mares. Los bandidos huyeron despavoridos, olvidando el costal con las riquezas.

Niños y niñas: y desde ese día, los feligreses de esa región se untaban los dedos con la sangre del Mesías, y se la rastrillaban en las partes de sus cuerpos donde tuvieran dolencias, y sanaban al instante por puro milagro…”.

Se me borró de la mente qué más dijo el venerable fray. No me acuerdo cómo hicieron para estancar la herida de la hostia. Porque tuvieron que frenar el torrente sanguíneo, o si no, no habría un solo enfermo sobre la faz de la Tierra. Pienso ahora: ¿quién sería el animal que la estancó y nos sometió a la mafia farmacéutica?



Pero ahí no termina mi cuento. Finiquitada mi preparación, y ya en la iglesia, cuando me tocó el turno para recibir mi... ¡Mi Primera Comunión!, abrí la boca con mucha maña (no era tan bocón como ahora). Saqué la lengua con mucho recato (no como ahora que me sobra lengua), y el cura la anidó allí con su mano olorosa a jabón Reuter.

Cerré la jeta con primor. E inmediatamente me acorde del relato de los ladrones. Entré en pánico. El copete Marine se me puso punketo. Sentí el palpitar de una bomba de tiempo entre mis dientes de leche. Tembloroso, me arrodillé en cámara lenta. El culito me ‘hachía achí’.

Y cuando menos pensé, me di cuenta de que la hostia se había pegado en mi paladar. Me era imposible desprenderla con mi inexperta lengua de infante. Empalidecí. Un frío tétrico me recorrió la nuca. Me imaginé que iban a salir chorros de sangre por mi boca de uchuva, por mis respingadas ñatas, por mis delicados tímpanos y hasta por mi estrecho anito.

Me iba a volver un propulsor de glóbulos. Un manantial escarlata. Me iba a convertir en: Niágara, Tota, La Cocha, un pozo Cusiana, el chorro de Ana…

Creo que ese breve lapso ha sido el tiempo más prolongado y sufrido de mi vida. (Eternidad ni siquiera comparable con el doble y letal mandato uribista). ¡Ese día, a mis nueve añitos, me arponearon esa bendita fobia!

La hostia termino por diluirse, y a mí se me diluyó, definitivamente, el deseo de volver a comer cuerpo de Cristo. Me imagino hoy, que tal vez fue un error no haberla mordido. Me habría convertido en un surtidor de milagros.

Sería rico y famoso con esa fuente benefactora. Con más billete que la niña de Piendamó, y con más clientela que helados La Fuente.

 (Fotografías: Archivo Familia Quintero Castro)


viernes, 20 de agosto de 2010

Cabriolá (1)

CHATEANDO



(primera mitad)

 


La hembra Auslénida irradia impaciencia. Está a punto de trincharse un seno cervical, pero la frena el crepitar vibrador del labalión que anuncia chat. Estira el meñique del hígado mayor y ensarta el enter del labalión. Lo lleva a su boca romboide, y masticándolo con ahínco explota un anhelante saludo que la sonroja en azulinos nacarados… ¡La dicha encapsulada!



Segundos atrás, en la zozobra de la espera, Auslénida se había ruñido hasta la madre sus ocho codos. Todo el día había amordazado el deseo rutinario de chatear con el macho Empilós. ¡¿Qué extraño, mi Empilós ha sido muy cronométrico en su tierno reporte virtual?!, pensó por fin, y ese precario razonamiento le funde una docena de neuronas… ¡Humo al cielorraso disparado en géiser!



Minutos atrás, entre sollozos telúricos de incomunicación, había rayado a dentelladas caninas el látex protector del labalión para cerciorarse de que no lo hubiese atacado un virus gusano-cubano. Pero, finalmente Auslénida se fresquió al comprobar que la marca no era gemeliada. El labalión no era clon, y el látex era auténtico vaticano: fino, resistente y saborizado, y daba tono augurando conexión.



Horas atrás, Auslénida había sufrido un epiléptico de interrogantes paranoicos. Si Empilós no conectaba: ¿Sería que él se enteró por la prensa amarillista de que ella era una de las condenadas a portar un rostro de modelo de pasarela? ¿Sería que él fue desintegrado por la cruel gendarmería que con verdaderos negativos buscaba alta condecoración, mejor ración y más consignación?




Terroríficas suposiciones que menguaron cuando cambió de chip, y se prendó del recuerdo de aquella madrugada cuando por el labalión conoció a Empilós. Chateo absurdo, fruto del azar cósmico, escapado de la férrea cuadrícula cibernética, y que propició un furtivo encuentro labaliónico.




Esa vez Empilós se disculpó por la equivocación. Según él, por olvido había escupido once veces el plasma del labalíon, una orden impar que sólo cobijaba al directorio de las féminas aléladaks de Cabriolá.




A través de ese labalión, modelo akztw-266 de sólo grafía, Empilós se presentó como un cabrío gélidock de Cabriolá, muy tímido, sin descorchar. Aseveró que únicamente tenía vida social con el papá y la mamá. Un caballero post-nuclear a quien el destino le había ofrendado una dichosa oportunidad para teclear con una apetecida sardina aléladak.




Después, se desgranaron 5233 días de 77 horas. Y en cada aurora la cita puntual de Empilós en el chat, era un motivo para que Auslénida disipará el horror de escuchar por los grifos el ruido de truenos y sables que venía azotando a Cabriolá desde hacía 2 centurias.


En esas digitadas labialónicas habían trenzado una sarta de reflexiones con ecos de kínder. Una subienda de vida inicua. Un tejido de triviales gustos faranduleros y de marquillas. Apremiaba una pronta cita no virtual para conciliar un matricidio cabriolano. Empilós le había jurado que en el próximo chat propondría un lugar para verse las carátulas y tocarse las solapas.



Vamos al voleo de tecla… ¡La dicha encapsulada!






- ¡Empy! Cariño, ¿eres tú?



- ¡Ausly! Mi tesoro, perdona la demora. Mi madre hoy amaneció muy sociable y me pidió de rodillas que le propinara una sesión de cachetadas antes de irse para misa. Discúlpame, pero soy un hijo atento a los afectos familiares y…



- Empy, tranquilízate. No vayas a pensar que eso me pone celosa. Ando un poco molesta por la fatiga de la espera. Imagínate que por causa de la desesperación me he comido todos mis codos. ¡Cielito, ya no podré firmar la colilla del votante, y no tendré descuentos en las toallas higiénicas!



- ¡Ausly, serénate, evita el suicidio! Cuando herede prometo regalarte un kit de codos siliconados importados de Cali.



- ¡Empy, eres un primor! Empy…



- ¿Qué quieres peluchito mío?



- ¿Cuándo nos conoceremos por fin?



- Más tarde. En una horita. Cuando retoñen mis glúteos. Mi padre estuvo hambriento y se los asé en carbón mineral.



- Empy, admiro tu generosidad. Eres un paradigma de hijo. Te mereces el cielo eterno. ¡No veo la hora de verte! ¡Te mataré a picos!



- Ausly mía, dentro de una hora te espero al frente de la nueva fosa común. Allí el Ministerio de Cultura montó una tienda de suvenires, allí escogerás los anillos de boda. ¡Hay unos fantásticos… talladitos en huesitos NN!



- ¡Mi amor, eres un romántico! Pero… ¿cómo nos identificaremos?



- Todo lo tengo pensado. Llevaré una iguana disecada a manera de corbata.



- ¡Mi vida, tu gusto me chifla! Yo llevaré una gargantilla con picos de águilas negras… ¡mera fantasía!



- ¡Debes verte preciosa! Cariño, creo que es hora de despedirnos, me retoña lo que te dije.



Auslénida bebe un preparado de ajos yodados para espantar el fastidio sacaroso que le dejó el labalión en los pelos de la lengua. Afanada, abre la cremallera que campea de oreja a oreja su cráneo, y deja escapar un onceno de luciérnagas. Los insectos, adiestrados para ayudas de tocador, se posan en los perfiles de la techumbre y en conjunto iluminan la desnudez cabriolana.



(Continuará).
(Fotografías: archivo familia Quintero Castro).




sábado, 7 de agosto de 2010

BARDA

Mercedes




Mercedes Valencia: Hermosa barda. El mes pasado te di un beso sin resquemor. Pese a que olías a mil demonios, poco importa cuando la ternura sale de las entrañas.




Hoy, esculcando en mis papeles, encontré un texto que me escribiste, una noche de tormenta. Lo apuntaste en una hoja manchada en orines. Con un mocho de lápiz. Tenías los dedos quemados por el bazuco. Tú me diste el acróstico, y yo te di un pan de 100. ¡Soy un estafador!


Foto: Atardecer Manizalita, María Olga Quintero Castro
 
 
Ganarte estando
mi corazón herido


En este camino
que es la vida
sin ostentaciones
como sos vos


Reír en tu regazo
como si mis primaveras
(¡comprendés!)
no hubieran sido rotas
por el descuido amor
que yo te entrego


Ante mi soledad
que espero sea
el mejor regalo
que te entrego
quiero que seas mío


Rojo es el cielo sin ti
como si la grama
tuviera un sentimiento


Desde el recóndito lugar
del mundo y la ilusión
de que tu amor me colme


O es que mi corazón
es tu casa


(Mercedes Valencia, 1999)

viernes, 6 de agosto de 2010

NOTA AMARGA

(MANIZALES)



Solángela Busca Ventana

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Me lo contó una profe (q.e.p.d.):





Parecía un hombre.

En furia arrojaba sillas.
Era hermosa e inteligente.
No quería al padrastro.
Era una niña de psiquiátrico.
Le ayudaba a todos en las tareas.
Brava se golpeaba con hombres y mujeres.
Vivía con la madre y el padrastro.
Los vio en el acto sexual.
Llegaba a clases con moretones.
La madre la golpeaba con una cuerda eléctrica.


Una vez trató de arrojarse por la ventana del salón de tercero de primaria.


(Hace 15 años fue internada en un hogar especial del ICBF. ¿Hoy dónde estás corazón?)

jueves, 5 de agosto de 2010

ORGASMO


PROFESOR:



Alumno Tarantico, tiene 7 minutos para que escriba un texto libre. Con las siguientes condiciones: “ORGASMO”, como palabra provocadora. Y el relato debe incluir, entre otras, 7 palabras:
“Ganancia”, “Ósculo”,
“Rapidez”, “Acierto”,

“Serpiente”,
“Manco”,
“Oriente”.

 

TARANTO:


Profe, como mande su Mercé. Ahí le va de manera automática. ¡Para mañana es tarde!

 
   
 
Sor-presa



(Mientras claman las campanas una Mujer, apresurada, escribe en un computador)



Al manso de aspereza

al casto de atadura

al asno sin ORIENTE

al MANCO de erotismo

lanzo la SERPIENTE del orgasmo:



¡Aleteo de ganso

leve quisquilleo

huella de espasmo y hastío!



A todos aquellos que

siembran ausencia en el tálamo

lanzo un ACIERTO de la vida:



¡El orgasmo

ese potro en RAPIDEZ

ese placer en GANANCIA

ese ÓSCULO de muerte!



(Las campanas avivan, alborotan, llaman a reunión. La Mujer, furtiva, apaga el computador y toma un misal. Sale y se integra a una fila de monjas).