martes, 25 de mayo de 2010

La Columna de don Onésimo (I)









DOS
CINCUENTONES
ENRUMBADOS


Después de permanecer sentados cada uno frente a su computador durante todo el día, decidimos salir a la calle para hacer un poco de sano ejercicio. A jugar billar.

En Manizales en el centro, afortunadamente proliferan los billares y cada vez hay más, según me cuentan. Así debe ser, en toda Ciudad Universitaria que se precie de serlo. Como calentamiento previo, cada uno se aplicó un plato de chorizos, con arroz y maduro. Una vez acondicionados físicamente, subimos al salón e iniciamos el match.

No habíamos terminado las primeras cincuenta carambolas, cuando apareció Marco, el personaje de la noche, amigo de Gerardo quien nos amenizó el resto del chico. En una libreta de papel bond media carta, nos mostraba sus dibujos, caricaturas de los personajes que frecuentan el billar. Sus historias nos fueron atrapando.

El frío nos animó para invitarlo a la casa, y tomarnos unos tragos. Aceptó pero con una condición, que lo acompañáramos unas cuadras, para sacar la guitarra. Caminamos hasta un escondite en un segundo piso, su taller de trabajo. Comenzó a sacar pinturas de todos los rincones y a explicarnos sus orígenes. Cuadros preciosos en proceso, muestras testigo de muchas horas de trabajo.

Unos minutos después salimos, tomamos un taxi e iniciamos la rumba, acompañados de una botella de ron y agua mineral.

Canciones de todo tipo, rancheras, boleros, baladas.

Los tragos me envalentonaron y me despaché con algunas canciones que se habían resistido al alzheimer y tercas, permanecían aún en mi memoria.

La noche iba lo más de bien: música e historias humedecidas con tragos de ron y soda. De repente, una fuerza extraña comenzaba a estirarme los párpados hacia abajo. No podía creerlo, después de tres o cuatro tragos de ron, estaba liquidado. Tuve que despedirme respetuosamente del invitado y a dormir. La rumba para Mí, había terminado.

Al día siguiente, herido en mi amor propio, pregunto y me consuelo al saber que la cuerda de Gerardo solamente había durado media hora más. También había sido vencido por los años y el sueño. Afortunadamente y para salvar nuestra reputación de rumberos y bohemios, me cuentan que a la media noche apareció Silverio, el príncipe de las tinieblas, y acompañó al invitado hasta las 4 a.m.

Al día siguiente, toda la mañana la pasé en cama, leyendo el último número de Arcadia, con ánimos solamente para hacer espaguetis hasta las tres de la tarde, y con un dolor en la espalda, que justifico plenamente, porque el billar es un deporte de alta exigencia física.

Cuatro tragos de ron fueron suficientes, para acabar con el ímpetu bohemio de dos alegres cincuentones.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

taranto, es que pesan los 50s. un abrazo de su hermanita gloria que aparece anónima mientras aprendo la forma de que se me identifique. abrazos a los tres mosqueteros

Anónimo dijo...

Uuu ya veo que la pasas de maravilla en esta ciudad..pero ten cuidado con tanta exigencia fisica.
saludos
Marce.

Anónimo dijo...

Cómo así mija, Taranto mayor que yo?????
(Fabiola)

Anónimo dijo...

A mi ya me hiceron la prueba del Carbono 14, y no me pillaron la edad. El Carbono 14 estaba chiviado, era un falsificación de una farmacéutica mafiosa.

Yo no tengo edad. Estoy embalsamado desde que nací.

Me conservo con aditivos como: cafeína, bienestarina y gelatina de pata.

Mentalmente: ¡SOY GATEADOR!