sábado, 29 de mayo de 2010

Anécdota Africanizada

Villadiego es un compilador guasón. Ausculta anécdotas populares en todos los lares. La narración con que hoy nos atropella, aconteció en Riosucio (Caldas), pueblo culto y festivo que celebra cada dos años el famoso “Carnaval del Diablo”. Villadiego dice que él que se la escuchó a alguien que la había oído de otro que le contó que… En fin, como todo cuento, sea mentira o sea verdad, eso nunca se sabrá.

Comparsa del Carnaval del Diablo de Riosucio. (Foto: González Quintero).


LA PICADURA

Por: Villadiego


Riosucio tiene dos Parques: uno… grande, y el otro… lo mismo. ¡Qué digo! Uno… tiene una iglesia, y el otro… también. Mejor dicho, Riosucio tiene dos Parques: el Parque… ‘de arriba’, y el Parque… ‘de abajo’.

El Parque ‘de abajo’ luce una siembra de pinos. Son frondosos árboles que alcanzan alturas de más o menos dos metros y pico… ¡exactamente! Y para darles más atractivo, los han podado simulando: un canasto, un calabazo, un pájaro, una estrella…

El cuento es que una calurosa mañana de domingo, caminaba por el Parque ‘de abajo’ un ancianito conocido como ‘Pachito’, con la mera intención de asolear sus huesitos centenarios. Feliz iba, hasta que poco a poco lo fue acosando un deseo terrible e impostergable de evacuar la vejiga.

Presuroso, ‘Pachito’ le dio una vuelta al Parque buscando un orinal público, pero como era un día festivo y hora temprana, los cafetines no habían abierto sus puertas. ‘Pachito’ fruncía el ceño, juntaba las rodillas, lagrimaba, ¡ya goteaba!

De emergencia, decidió arrimarse a uno de los pinos. Se pegó bien al tronco, con gran esfuerzo sacó al aire a su mejor amigo, lo protegió velozmente entre el paréntesis de las manos, y brotó un manantial relajante… ¡la dicha entera!

Pero, resulta que en ese pino formaba colmena una multitudinaria familia de abejas africanizadas. Y una de ellas, ante el ruido del portentoso chorro, salió ofendida y le clavó el aguijón a ‘Pachito’ en todo el… Parque ‘de abajo’.

¡Tremenda picadura¡ ‘Pachito’, estupefacto, contempló el inmediato hinchazón, ante lo cual quedó feliz y muy agradecido. Le habían inoculado poder africano. No se cambiaba por nadie, pero recordó que ese veneno, que ahora lo fortalecía y lo engrandecía, podría producirle una taquicardia con paro fulminante, y no quería hacer el ridículo: morir izando bandera.

Por fortuna, la enfermera y acaudalada viuda ‘Dorita’ ya había abierto la botica, y allí voló ‘Pachito’ a buscar un remedio.

- Dorita, tengo un problema enorme…
- ¿Qué mal le aqueja, Pachito?
- Tengo que mostrarle una cosa… Pero, allí en la pieza de las inyecciones, con más intimidad.

Sonrojado, ‘Pachito’ entró a la pieza y tímidamente se sentó en la camilla. ‘Dorita’, mientras se acomodaba las gafas de aumento, le dijo con dulzura:

- Pachito, muestre lo que tiene.

Decidido a divulgar la anomalía, ‘Pachito’ se bajó de un envión los pantalones y, ensenándole la monumental picadura, le dijo:

- Dorita, ¡¿qué tiene pa’ esto?!

- (Brotando severas pepas de ojos) Tengo una finca, un jeep Willys, esta botica, y tengo… ¡unas ganas!

2 comentarios:

taranto dijo...

Mándeme por Servientrega una docena de esas abejitas.

Fabiola dijo...

Ayyy Pachito, con esa peladurita de la cola hasta la crin¡¡¡¡¡Mi pregunta existencial es esta: Pachito: ¿el tamaño importa?????