martes, 24 de agosto de 2010

Hostia-fobia

LA OBLEA CONSANGRADA


No quiero herir susceptibilidades. Tómelo Usted, sólo como la divina revelación de una patología mística. Confieso: espantosa fue mi primera y única relación con el cuerpo de Cristo.



Suena el timbre. Una mano creyente me tiende un sobre: “Invitación a Primera Comunión”. Entonces, se me devuelve el casete. Entro en shock. Pánico. Casi convulsiono.


Soy un hirviente volcán de traumas. Y evocar o revivir ese ritual católico, saca a flote mi “hostia-fobia” (terror exasperante con espasmos diafragmáticos, que me acontece al tener contacto bucal con la oblea consagrada).


El nacimiento de esta particular enfermedad, se remonta a mi más dulce y tierna infancia. Me describo en esa época virginal: 9 inocentes años, ideas cortas, pantalón de dril estilo China de Mao, motilado con corte a lo Marine (copete como brocha trajinada).


Era casto, puro, inmaculado, sin malos pensamientos. Todo un indiecito que adoraba: sol/luna/estrellas/eclipsis/arcoiris. Aún no me habían incorporado a las huestes cristianas: no había hecho mi ‘Primera Comunión’. Era un alma sin identidad y no conocía al Ángel de la Guarda mi dulce compañía.



Fiel a la tradición, mi mamá me dio un estrujón y caí de culos a un rebaño cuasi-celestial. Un bloque de búsqueda omnipotente conformado por 20 niños y niñas. Y quedamos en las manos perfumadas de un caritativo padre franciscano, que destilaba del hábito un mareante olor a incienso.



No lo niego: ansiaba volverme llave de Yavé. Aunque aclaro: no había entrado en uso de razón.

Fue torturante. ¡Para merecer el cielo hay que hacer mucho lobby! Sólo recuerdo que fueron agotadoras jornadas laborales donde me aplicaron inyecciones doctrinarias de grueso calibre. ¡Dios duele!

En mi memoria, guardo las imágenes macabras de un ejemplo que nos dio ese reverendo capuchino, para referirse al misterio de la hostia. Recuerdo, como si fuese ayer, esa actuación ligada al estilo stand up comedy.




Amalgamando facetas de Jerry Lewis, Lenny, Darío Fo, Alerta y la gorda Fabiola, el hermano de traje café y cordón grueso al cinto, tomó púlpito y ladró:

- “Niños y niñas que cruzarán la registradora hacia la cristiandad: en cierta ocasión dos ladrones, aprovechándose de la soledad reinante en una parroquia, entraron a robar nuestros emblemas sacros.

Empacaron en un costal de harina: marcos y lienzos y cortinas y hábitos, velas y velones y veladoras, cirios y candelabros, camándulas y escapularios, alcancías de limosnas y estampitas de la Virgen.

Y, por último, violaron la cerradura de nuestra mítica caja fuerte. Extrajeron sin piedad el cáliz de oro y con garra farisea cogieron una hostia bendecida.

Uno de ellos, el más fiero y sicario ateo, puso la hostia contra la pared, sacó un puñal de abrir pescados, y se lo clavó a la sacrosanta oblea con certera puntería. De allí, empezó a manar sangre de Cristo… borbotones… chorros… cascadas… ríos… mares. Los bandidos huyeron despavoridos, olvidando el costal con las riquezas.

Niños y niñas: y desde ese día, los feligreses de esa región se untaban los dedos con la sangre del Mesías, y se la rastrillaban en las partes de sus cuerpos donde tuvieran dolencias, y sanaban al instante por puro milagro…”.

Se me borró de la mente qué más dijo el venerable fray. No me acuerdo cómo hicieron para estancar la herida de la hostia. Porque tuvieron que frenar el torrente sanguíneo, o si no, no habría un solo enfermo sobre la faz de la Tierra. Pienso ahora: ¿quién sería el animal que la estancó y nos sometió a la mafia farmacéutica?



Pero ahí no termina mi cuento. Finiquitada mi preparación, y ya en la iglesia, cuando me tocó el turno para recibir mi... ¡Mi Primera Comunión!, abrí la boca con mucha maña (no era tan bocón como ahora). Saqué la lengua con mucho recato (no como ahora que me sobra lengua), y el cura la anidó allí con su mano olorosa a jabón Reuter.

Cerré la jeta con primor. E inmediatamente me acorde del relato de los ladrones. Entré en pánico. El copete Marine se me puso punketo. Sentí el palpitar de una bomba de tiempo entre mis dientes de leche. Tembloroso, me arrodillé en cámara lenta. El culito me ‘hachía achí’.

Y cuando menos pensé, me di cuenta de que la hostia se había pegado en mi paladar. Me era imposible desprenderla con mi inexperta lengua de infante. Empalidecí. Un frío tétrico me recorrió la nuca. Me imaginé que iban a salir chorros de sangre por mi boca de uchuva, por mis respingadas ñatas, por mis delicados tímpanos y hasta por mi estrecho anito.

Me iba a volver un propulsor de glóbulos. Un manantial escarlata. Me iba a convertir en: Niágara, Tota, La Cocha, un pozo Cusiana, el chorro de Ana…

Creo que ese breve lapso ha sido el tiempo más prolongado y sufrido de mi vida. (Eternidad ni siquiera comparable con el doble y letal mandato uribista). ¡Ese día, a mis nueve añitos, me arponearon esa bendita fobia!

La hostia termino por diluirse, y a mí se me diluyó, definitivamente, el deseo de volver a comer cuerpo de Cristo. Me imagino hoy, que tal vez fue un error no haberla mordido. Me habría convertido en un surtidor de milagros.

Sería rico y famoso con esa fuente benefactora. Con más billete que la niña de Piendamó, y con más clientela que helados La Fuente.

 (Fotografías: Archivo Familia Quintero Castro)


15 comentarios:

Ana María Mesa Villegas dijo...

Oye vecino, no será que te dijeron, como a mi, en colegio del Opus, que la hostia bendecida no se podía morder? A mi por ese motivo, siempre que comulgaba me pasaba eso mismo que a ti... y todavía, aunque casi no comulgo, sólo cuando toca, toca, y muerta de pánico porque no lo hago en gracia de Dios y más culpable me siento y pienso que me voy a condenar (que cucarachas las que me quedaron de ese colegio), me pasa lo mismo.

¿El chorro de Ana? Dado que tiene mi nombre quisiera saber a qué te refieres...

Vecino, sumercé cómo exagera! me haces reír! :D

taranto dijo...

Respetada Vecina:

Gracias por tu visita: para mí, vital.

Cuando me refiero al "chorro de Ana", sólo lo hice para que rimara con Cusiana.
Te aclaro: virtualmente, de ti sólo conozco TÚ PERFIL... lindo por cierto.
Hoy, ¡abrazos dobles!

Ana María Mesa Villegas dijo...

Jajajaja... no vecino, yo no pensé que hicieras referencia a nada mío jajajajajajaja!!!!!!! Sentí curiosidad de saber a qué te referías...

Gracias vecino por los comentarios sobre mi perfil... ayer pregunté por ti a Paula Aristizábal, me contó que estando en tercero dabas clase en primero de expresión oral, no puedo imaginar un profesor más entretenido... lo mismo dijo Paula.

Abrazos vecino!

Anónimo dijo...

PECATA MINUTA.

No sé cómo decirlo. Me quedé un poco frío, como recién penitenciado, al leer su infernal trauma.

No hiere mis susceptibilidades, pero yo creo que Usted trata de distraer, despistar un poco a sus lectores.

- Creer o no creer, he ahí la cuestión.

Me cuesta tragarme la hostia consagrada en la envoltura de sus traumas graves.

- ¿Entonces cómo serán los conflictos irresolutos? Hermano con hermano, preguntaba.

Este asuntillo entra en la categoría de los veniales. Que yo sepa, se resuelve con tres avemarías y un confieso que he sobrevivido, en el diván de cualquier argentino.

Pero googleando, he podido averiguar que a los nueve años, Tarantico ya había comido obleas sin consagrar, untadas con arequipe valluno.

- Gerardo fue siempre un cuentista exagerado. Nos dice una hermana menor.

- De casta le viene al galgo. Él no tenía esos problemas de paladar, lo que tenía era buen yantar. A veces el infante Gerard despertaba sobresaltado y preguntaba:

- ¿Ya comimos, están presentando?

- Todo muchacho de nueve años que viva en Chipre, sabe comer obleas desde que toma tetero. En esa edad virginal, se pueden tener ideas cortas, cabellos largos, mirada de yo no fui, pero Tarantico ya andaba con trompo, cauchera, bolas chinas en el bolsillo. Siguen afirmando sus allegados.

- ¿Cómo se va a atragantar con una hostia? Se preguntan extrañados sus familiares más cercanos.

Amén que doña Abigail fuera atea, lo más seguro es que el empujoncito fuera casi dominical, o sea que Gerardo ya había cargado ladrillos para remodelar la vieja iglesia del barrio y se sacaba los mocos mientras el padre se echaba unas homilías para amedrantar incautos.

Según las fuentes consultadas Gerardín era casto, alma sin identidad, pero no tonto. Tarantico ya jugaba a la ouija con las amigas de la hermanita mayor y eso sí que era terrorífico. Falta inconfesable ante Monseñor Pimiento, que no le impidió celebrar su primera comunión, ni comerse el ponqué ramo con vinito cherrynol o ron de vinola. Hay foto en el álbum familiar de los Quintero Castro.

CONTINUARÁ EN EL SIGUIENTE COMENTARIO, PUES EXCEDE LOS CARACTERES.

Anónimo dijo...

VIENE DEL COMENTARIO NÚMERO CUATRO....

A esa edad, tierna, feliz e inmaculada, sin manchas en los pantalones chinos, Gerard ya pagaba escondederos por romper los cristales de un autobús urbano. Pecado confesable, pero no sostenible ante la policía de la comandancia.

Cuenta la nieta Aisha por los rincones de la casa, que preguntado el tío Gerard por cierto olor en un bus urbano, el muy bandido se miraba la suela de los zapatos, o sea que debajo de la morronguera, Tarantico tenía su montonera. Gerardo miraba para otro lado, rezaba dos avemarías y repetía para sus adentros:

- Eso con agua sale.

Dice Chipreviejo que a esa edad era casto, puro, sin malos pensamientos. Puro cuento de escritor recursivo. A esa edad virginal, ya tenía las señas de identidad del narrador oral de los años venideros. Ya sabía comer callado, ya sabía lo que era tamal con chocolate; de nuevo Tarantico rezaba dos avemarías y repetía para su interior:

- Eso con agua sale.

No, no puedes engañarnos.

Son otros los traumas que Gerardo quiere contarnos y empieza jugando al despiste con el asunto de la primera comunión.

No te vamos a dar un par de hostias para que confieses, como dicen en España, ni te vamos a proponer que nos pongas la otra mejilla.

Queremos que nos sigas transcribiendo todo ese material que coleccionas en tu arcón particular, lleno de infolios, papeles y mamotretos, como decía el poeta Francisco de Asís León Bogislao.

Le recuerdo, que no hablo de las heridas infantiles que le robó su hermana, tampoco del primer diagnóstico como ingeniero primerizo. En Salamina todavía preguntan por el hijo de don Isauro.

Hablo de cosas de mayor envergadura, pecados que sólo el Altísimo sabrá dispensar y nosotros sabremos juzgar, gozar, comprender, cuando les des entrada en tu blog de Chipreviejo.

¿Dónde, cómo, cuándo surge el miedo escénico?
Usted es un hombre con tablas. Se ha subido muchas veces al teatro de sus sueños y ha bajado muchísimas veces a infiernos dantescos.

Taranto, todos sabemos que eres un volcán de traumas, pero estos, con un sorbo de agua, no salen.

Seguimos esperando que nos escribas,
Un abrazo.
Jorge

Ana María Mesa Villegas dijo...

A mi que me siga engañando... me encanta Chipreviejo!

taranto dijo...

Vecina ANA:
Hoy, con tu comentario, que es grata presencia, corres un poco el velo de esta hermosa mañana de neblina.
ANA:
Si te encanta Chipreviejo, te busco un casita en alquiler.
Y si estás muy quebrada, te escrituro un tercio de mi tercio que ahora tercio con mi hermana mayor.
O, te presto de por vida, el mejor cuartico de la casa, que ahora ofrendamos a las visitas. Pero, ese lugar tiene su historia: allí expiró mi amá como relato en la entrada "Homenaje al día de las madre".
Allí, puede CANTAR. Advirtiendo que aquí moramos 3 tristes tigres ya muy pelechados. No gatiamos, pero somos atraca-cunas.
Abrazos.

Unknown dijo...

Cuando los seguidores se posicionan, la estadística, esa ciencia formal y neutral, nos ayuda a explicar ciertos fenómenos:

Chipreviejo genera tendencias y Jorge puede resultar muy tendencioso.

Seguiremos leyendo, interpretando..

Ana María Mesa Villegas dijo...

Chipreviejo es como húmedo cierto? por eso el fondo con goteritas? yo me quiero ir a vivir a Chinchiná y subir todos los días sin pagar peaje...

taranto dijo...

Vecina Ana:

Yo no soy húmedo. Soy la TIBIEZA en pasta (dicen mi Harén).
Tengo goteritas, porque vivo con la teja corrida.

Y, hay algo que me preocupa:

Si te vas para Chinchiná, ya no serás mi vecina.
Te ahorrarás peajes, subiendo a Manizales ('Alto de los Machuchos')si tienes moto, o si te vienes en coche por la vía vieja.
Pero, esa viajadera te puede llevar a la tumba, y te quiero vivita y escribiendo.
Porque recuerda, cambios diarios y bruscos, entre páramo e infierno, pueden MATARTE, como cuando un torero cobarde eliminó a un torito si estocada, lo pasó al papayo con cambios climáticos:

lo corretió media hora de sol a sombra,de sombra a sol, de sol a sombra...

No te suicides.
Abrazos.

taranto dijo...

Correcciones de Estilo:

"(dice mi harén)".
"sin estocada".
"Abrazos y golpes en el calabazo".

Unknown dijo...

La humedad de Chipreviejo es relativa, cerca al 80% pues es paramuno.

Las incontinencias tan solo son verbales. Las goteritas son adornos para combatir los sofocos de alguna tarde bochornosa, cuando se pone hacer genuflexiones, ante alguna presencia divina.

En el fondo, blanco sobre negro, es oscuro por necesidad, pero cierta fosforescencia a veces deja ver su brillantez.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Esta gente tan charra de dónde sale?

taranto dijo...

Entrañable vecina:
Tanto Jorge (mi cuñado, que tiene por percanta a mi hermanita menor que me lleva como 50 años)como yo fuimos los últimos cunchitos de los últimos esfuercitos de los últimos salticos de nuestros finados progenitores.
Cuando apenitas gatiábamos ya nos mandaban a la tienda por 100 de cilantro, y nos pillábamos las cuitas que la clientela le echaba al tendero. Nos quedaron ecos y los estamos difundiendo.
Somos incompletos y nacimos deformes: ¡IMPERFECTOS DE FÁBRICA!
Y este medio de comunicación nos es propicio, de no ser así daríamos la cara y nos caerían los exorcistas del régimen.
Mientras tanto damos lora, más ahora que vivimos mojados por la lluvia que hará de Chipreviejo lo que otrora fue: ¡FONDO DE UN MAR!

Unknown dijo...

Los charros venimos de la loma, como los cantantes, porque tratamos de dar la nota.

Brillante explicación Tarantino.

Nadie es perfecto terminaría diciendo Billy Wilder, en una de sus deliciosas películas: Con faldas y a lo loco.

No añado más, porque nos acabaríamos de delatar.

Yo me divertía provocando a tu alter ego. Me temo que en el Blog, ya nadie creerá que había cierta tensión emocional entre nosotros.

Se acabó. Nos inventaremos otros juegos, pues es verdad que no hemos terminado de crecer.

Cuando éramos chiquitos, con 100 para el cilantro, se mercaba en abundancias, graneros, colmados y sobraba para los trompos.

Ah tiempos aquellos… que si volverán.