viernes, 17 de septiembre de 2010

LA 23

Calle Modelo


La parca, de festín en la maquillada capital caldense, remató su eterno agosto el martes 31 de madrugada. Hugo Márquez ex futbolista profesional del onceno local, fue cosido a puñaladas en plena Carrera 23. Márquez, pasado de copas, osó resistir el ataque carnicero de jóvenes desempleados.




Tal vez, su última imagen fue la fuga de linces portando el botín: un maletín ajado que anidaba recortes añejos de prensa y fotos blanquinegras de su época de gloria. La institución deportiva alba con el olvido, ya lo había matado en vida.





Como homenaje rabioso, doy entrada a un texto periodístico que me publicó un domingo del año 96 el diario de la casa y que premió la Alcaldía, dándome dos salarios mínimos con descuentos y una replica chiquita del Bolívar pájaro de Arenas. Eso fue hace 14 años cuando lamentablemente entraba en uso de razón.

 


(Fotografías: María Olga Quintero Castro)




HAY FUEGO EN LA 23, EN LA 23…





1. EL MENÚ


Recorrido cuasi-turístico por la calle modelo de “Manizales del Alma”. Un tour tragicómico aderezado por la escaramuza, el absurdo y la insolidaridad. Escozor de sobremesa.


2. EL OCIOSO



La onda de pánico se multiplicó al instante. El sonido de la explosión había sido estruendoso. Varias cuadras de la Carrera 23 fueron desocupadas en segundos, que parecieron siglos para la masa humana que paseaba zombi en aquella noche ferial de 1985. Yo, acrisolado en panela melcochuda y masa de arepa amarilla, también corrí despavorido. (Acá el miedo es nuestro sello de identidad).



Temblando aún, husmeé. Cuando los más atrevidos se asomaron por las esquinas y echaron un vistazo hacia el Parque Caldas, pudieron contemplar el caos: un piso volcánico de tizones humeantes, esparcidos por los vendedores de frituras sospechosas. Decenas de mazorcas abandonadas en el grasiento asfalto, muchas de ellas con la huella de una primera mordida, calada en lápiz labial rosado nacarado.
 

Y a todo el frente del teatro El Cid, un hombre con gesto compungido, bañado con hilos blancos que traían adheridos pedazos descarnados de cauchos multicolores. Alguien, un ocioso pueblerino manizalita de tiempo completo, había lanzado una colilla encendida de Pielroja sobre las bombas infladas con gas.


Este “atentado” posibilitó –para los que todavía mascamos sensibilidad– la dicha fugaz de apreciar por un leve momento, la imagen de la vía principal de Manizales en añorada dimensión de soledad, escasa hoy entre el hacinamiento morboso de una parroquia que de la noche a la mañana se aproxima al medio millón de habitantes. (Acá la escala humana no llega a un peldaño).


3. NIDO ARISCO

En 1848, Fermín López y los demás imprudentes fundadores de Manizales, hombres de espíritu colonizador y aventurero, arrasador y desmedido, llegados del sur de Antioquia (Sonsón, Abejorral, Rionegro, La ceja, Salamina et al.), nunca se imaginaron que en este arisco terreno donde enclavaron el caserío, se erigiría siglo y medio después, una pequeña urbe sitiada por abismos y fangos.

Pelecharía un conglomerado humano atrapado en la redes de un sistema vial imposible. Población trenzada actualmente por el juego urbanístico de algunos torpes funcionarios que sólo saben de planificación familiar… ¡mera píldora para un día después de aquello!



4. PAISAJE AMURALLADO
A principios de los 70, un selecto grupo de Arquitectos Paisajistas venidos de diversos lugares del mundo a un encuentro convocado por la Universidad Nacional, caminaron la montaña corrupta. La recorrieron de extremo a extremo siguiendo los más de 6 kilómetros que tiene la Carrera 23. Alborozados por la madre natura, cantaron maravillas y no cesaron de glosar que esta vía era única en el planeta Tierra.

Claro, en cada esquina se abren múltiples visuales propiciadas por la topografía de una villa que tiene su arteria fundamental folgando en el espinazo de un dinosaurio catedralicio que yace petrificado, abrazando laderas aguadas de tragedias.

Sí, desplazarse por La 23 es asistir al espectáculo de un torrente de panoramas. Virtud que antes era más generosa, gracia que entra en desgracia ahora cuando constructores depredadores del ambiente bajo el amparo de ediles al 10%, levantan edificios sin un mínimo respeto por la visual nativa. Acá germina la muralla… ¡sin amarres antisísmicos!


 

5. TIRANDO VEINTITRÉS
La Carrera 23 parte desde la Calle 13, teniendo como telón de fondo el monumento a La Pichinga (hoy un esperpento escultórico: un torero bonsái humillando con una cacerina a un toro caribajito). Sigue una falda boleruda, sostenida hasta alcanzar la Calle 15. Irrumpe plana hasta el Parque de Los Fundadores. Allí cambia de mote, se torna Avenida Santander, y cual prócer fenece 50 cuadras más adelante, incrustada hasta la cumbamba contra la montaña que orla el barrio Milán, extramuro de estrato 6 donde venden kumis casero de leche Celema vinagre con severa cuca que por acá se da.

Pero La 23 propiamente dicha, son esas 17 cuadras de La 15 a La 32 (¡eso sí es saber restar!), donde los manizaleños se codean día tras día con sus dolores cotidianos. Recorrido sagrado emparentado con La Séptima capitalina, con La Sexta caleña, con La Playa paisa o con La Calle Real de la más perdida aldehuela.

Ringside de tránsito común y corriente y hasta refinado, por donde las gentes se debaten en rutinas consumistas, en vueltas personales mecateras, en representaciones de la más sórdida mendicidad, en viajes para pasear el tedio y el estrés, en pasarelas para exhibir lo último de la moda quedada, en álbumes del desempleo y la figurita Jet, en encuentros para armar patraña e hilvanar trapisonda. ¡Punto, cadeneta… chisme!

Todo un teatro que plasma una civilización decadente… ¡la esperanza de vida es un chance de 200, un bingo de 300 ó un polvo rápido que se trueca por un plato triste de frijoles con garrita y jugo de fruta de temporada que vale menos de 2 mil!

 

6. PUERTAS ABIERTAS
Los transeúntes aminoran la marcha títere en la esquina de la Calle 26. Allí está el alcanforado Club Manizales, portento del mundillo social de casta grecoquimbaya. En su portal llueven estrellas a punto de fundición. No hay habitante sin credencial laminada, que no haya lanzado lengüetazo imaginario a las damas encopetadas, que levitando cruzan la puerta de cristal macanudo.

Desde afuera, el excluido hambrea la rumba opaca y el acorde que se escapa a las disonantes orquestas que animan el golpe de tacón puntilla de 3 pulgadas. Reinas de las ferias de la mazorca tierna y el chuzo de perro callejero, políticos ‘para’ homenaje, cantantes barnizados por emisoras y afiliados disfrazados de afiliados… para todos ellos, una fila india protegida con bolillos del ente que se traga el erario.

A la entrada, un trío de porteros con máscara vulcanizada decididos a que no redunde la acción de aquella manifestación estudiantil de año 76. Un joven universitario alcanzó –según él– la vibración más orgásmica de su vida: rompió en el tercer envión, con una roca del tamaño de un cadáver de animal de La Guaca del Pollo Pollón, la puerta de grueso calibre. ¡¿Quién los manda a ladrar que ‘Manizales es la ciudad de las puertas abiertas’?!


7. LUNA DE HIEL
Dos cuadras atrás, en la esquina de la Calle 24, funcionaba el Club Los Andes (hoy sede de un garito lugareño que vende esperanza). Establecimiento para piruetas de simulación del prestigio. Allí se alquilaba a la clase emergente, tarima y bambalinas para jugar al evento social: fiestas para recoger fondos cunchos, grados de cartón comprado, aniversarios de todos los metales, cumpleaños quinceañeros de seda virgen y bodas para madrugar enguayabado a comprar cebolla y tomate. Perduraba el escándalo, el bochinche, y el vómito abonando el matero. Desde la acera del frente, el fisgón disfrutaba el Show Sin Cover.

A la medianoche de un sábado del año 94, salió comitiva copetona para despedir a unos recién casados. Con la ayuda de manos enguantadas, la dama en ofrenda entró su repolludo ajuar a un auto lujoso y cuando el rubicundo esposo se disponía al abordaje del coche, un hombre exaltado lo desahució con una soberana patada en la parte más noble del noble. El coche partió en busca de bolsa de hielo y pieza en clínica privada.

Un año antes y con igual empeño didáctico, abrió portones, entre las calles 18 y 19, otro Club Privado. Días después de su inauguración, un acto marcó su estela bandida. Un carro fue parqueado. Se bajó un caballero de fina estampa y rubricó un portazo. Subió con premura las escalas entapetadas. Esgrimió un arma y sin mediar palabra, propinó un disparo en la cabeza de un asociado. Asunto de faldas: la esposa del agresor había vivido una aventurilla con el occiso. ¡Manizales satura la página roja!

 

8. AMIGO DEL VOLANTE
Frenazo en seco: ruido en el tobogán. Manizales es la ciudad colombiana que más vehículos automotores tiene en proporción al número de habitantes. El desarrollo económico –muchas veces ligado al arribo de gentes arribistas y a sus respectivos dineros calientes– incrementó el parque automotor de manera alarmante. El subido cilindraje, invadió la callejuela.

Los accidentes callejeros, que en décadas anteriores acontecían por caídas y resbalones fruto del desnivel de las calles que se desprenden de La 23, ahora se deben a accidentes de tránsito. Es usual observar a diario: discusiones entre choferes de machete mohoso, ancianos que vuelan eyectados por nalgada del parachoques y autoridades de tránsito midiendo la culpabilidad y apresurándose por despejar el terreno para un nuevo golpe. ¡Golpe tras golpe yo pago…!

En el rescoldo de los recuerdos está aquella bella época cuando –eran los 60– por La 23 circulaban los buses azules de Socobuses. Servicio público que se caracterizaba por el agudo grado de paciencia de sus conductores: esperaban a que el usuario se despidiera de pico y abrazo, de todos los conocidos incluido el pato ayudante.

Hoy transitan por las rampas, más de 40.000 vehículos. Pensando en el lío del tránsito, un taxista de neurona manizaleña le blandió a un cliente una solución inteligente e innovadora: “La Avenida Santander se puede volver de tres carriles, sólo basta quitarle, como mínimo, un metro y medio a cada acera”. Debe ser fantástico ver a los peatones colgados de los aleros cual trapecistas [Buñuel-Dalí-Kafka-Artaud-Taranto].

 

9. CARROBOMBA AL DESPISTE
Parroquial es la solución del amigo del volante. Parroquial es la actitud de los gobernantes que dejan demoler casas que son joyas de la arquitectura tradicional y suma de la identidad, para plantar locales comerciales de baratijas o parqueaderos para carritos de dulce o madera.

Y entre las incongruencias feudales, nació nuestro carrobomba. La paranoia terrorista nacional impregnada de nuevas formas de violencia, llegó a La 23.

Un carro incierto, una camioneta encabinada y llena de cajas de cartón, fue motivo de rumor fatal. Llevaba varias horas estacionada al lado del Palacio Nacional. Alguien llamó la atención: ¡¡¡UN CARROBOMBA!!! En menos de un minuto todas las dependencias del Palacio quedaron desoladas. Cuadras a la redonda fueron desalojadas. Grito, confusión y contusión.

Cuando una unidad sabuesa del Cuerpo Especializado en Antiexplosivos, revisó el vehículo y analizó con lupa el contenido de las cajas, todo el mundo respiró: las cajas guardaban paquetes de papel higiénico. El rumor fue caca.

 

10. LENGUAS Y NAVAJAS
“¿Cómo quiere la lengua? Le doy la puntica, le corto mitad o se la doy entera”, pregona el vendedor en la olla de la esquina del Banco de la República. Avanza la noche y La 23 es una cinta amarilla de taxis a la caza de los trasnochadores ripiados y parejitas húmedas. Reina la inseguridad. Bandas de gamines, recuas de alcohólicos y sopladores, rebaños negros de espectro homicida campean La 23.

Cruzar el Parque Caldas o el de Los Fundadores, es una aventura temeraria iluminada por el centelleo frío de la navaja. De La 15 a La 18, la rumba es un agite infernal. El pico de la botella hiere neumáticos. El vendedor de fritanga mantecosa no da abasto y aún obsequia calendarios del año pasado 96.

Adentro, en una cantina raspera, hay una mesa con tembleques (rociada en sustancias psicoactivas que comercia la destiladora ILC), donde se trama la muerte de un ser que amanecerá tendido en La Panamericana. ¡Qué orgullo para la vía madre!

Manizales, La 23, ya no es el paraíso de otrora cuando la juventud de bufanda paseaba de noche parando para brindar vino de consagración con cigarro matapechos. Hoy es lapso de lamento. Lanzarse a la boca del lobo que va desde Los Fundadores hasta el antiguo lote de El Orfanato, es exponerse a un carrerón de supervivencia. Es ser testigo de una escena de cine negro: un anciano sacudido por una pesquisa de pirañas a doce manos, y que luego es echado a rodar por la manguita que baja al túnel de la Avenida Paralela. Y de ésta, ni se diga.

“¿Cómo quiere la lengua? Le doy la puntica, le corto mitad o se la doy entera”, pregona el vendedor, mientras un comensal limpia la sangre de un billete.

 

11. ¿SIGLO XXI?
Una noche de hace diez años, cuando un ciudadano se desangró al lado del estanquillo La Resaca en La 23 entre calles 30 y 31, Manizales mostró el cobre de su futuro. Recibió una certera puñalada en el cuello. Murió allí mismo, en cemento gélido, dos horas después. Ningún chofer se ofreció a trasladarlo al hospital. La sangre es una mancha difícil que no borra ni la prestigiosa agua manizaleña: la más pura y divina del universo.


 









11 comentarios:

Jorge dijo...

Qué putería de entrada! Sobre todo la última parte, los últimos 5 renglones rematan muy bien esa descripción tan precisa de la 23.

Eso de los muertos en un lugar tan familiar es muy tenebroso. Yo recuerdo que cuando estaba en el colegio, el bus me dejaba en la carrera 21 y yo subía caminando esas 3 cuadras largas, mirando pa´l piso, concentrado en las tablas de multiplicar, en las raíces cuadradas, en el escote de la profesora. Una vez vi que estaban levantando un señor muerto en la esquina de la carrera 23 con la calle 17. Ahora 20 años después, cuando paso por ahí todavía veo la cara de ese señor que casualmente se llamaba Gerardo. Lo sé porque la esposa gritaba: Gerardo, Gerardo!

taranto dijo...

Llave:
Me halaga SU OPINIÓN, y me maravilla la narración que incluyes.
Creo, pienso, tal vez, que esta entrada es como prima hermana del estilo de tus escritos, que me sorprenden por la crudeza y la poesía.
Me animas a seguir en la construcción de CHIPREVIEJO.
Seré más regular.
Entre otras cosas, andaba perdido del mundo pues por primera vez ME ENAMORÉ realmente, y aquí, ahora, la tengo leyendo en una hamaca, es la TIBIEZA misma.
Suerte.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Vecino!
Un premio muy merecido...
Será Manizales distinta a las demás ciudades, o serán todas las ciudades iguales a Manizales, además pues de la topografía que hace que aquí todos tengamos "vista".

Saludos a la tibieza, dile que te deje escribir más!

Abrazo!

taranto dijo...

Vecina ANA:

Te he seguido leyendo.
Estás muy pilosa, prolífica,
con apoyos visuales lindos, y muy digitadora.

La TIBIEZA pues... qué decirte... pues...
¡LA DEJO DORMIR PROFUNDAMENTE!...
la veo ahora enrrolletada en cobijas (7 y 15 a.m.), y sólo asoma el copete, y se tapa para que no se le vuelen las pecas.

Yo... pues estoy dando lora desde las 5 a.m.
Ya me he aplicado 3 tintos bravos, 4 cigarrillos, y ya le di el desayuno a 31 palomas de mi parque.

Bueno, y seguiré escribiendo, GRACIAS a ti, a Juanito y a otros amigos y familiares que me INCITAN.

¡TODOS LOS ABRAZOS VIRTUALES QUE TE DEBO PARA ESTAS HELADAS REALES!

jhorasan dijo...

Crónica den gran factura aprediciado manizaleño....¿o manizalado?. Gran abrazo. Horacio

Unknown dijo...

Gracias, amigazo!
Saludos mil con 100 de cilantro!

Anónimo dijo...

Que deleite y que apropiados vocablos para decantar una mole experiencia manizales... Recorrer la 23... Fuerte abrazo y mi admiración.... Cafecito

Johnetta dijo...

Querido Gerardo: perdóname, pero nunca lei esta maravillosa narración, digna de semejante premio, tiene tu sello, la escencia de tus escritos tan esperados en tantas tardes,(o frías mañanas), de clase, allí en los viejos salones de la U.de Manízales, en dónde cuál "conejillos de indias" aprendimos algo de este mal remunerado oficio, prueba es, la subasta de tu estatuilla. Fuerte abrazo y éxitos en la subasta.

Johnetta dijo...

PD. Quien te escribe arriba, es el daguerrotipista de profesión y hoy, viajero empedernido, John F.Silva.

Anónimo dijo...

Ueeepaaa, Agradable!!! Bacana tu nota y... tu moto!!! (Estoy en el 3106765159... Haga el Cambio!!!).

Anónimo dijo...

Hola, compañero de prisión!!! Fijáte: eso fue el siglo pasado, hace 25 años, y hoy estamos peor!!! Hoy, está ciudad colapsó!!! Ciudad pequeña en todo, y con los males de capital de república!!! Pero, no hay un otro lugar para partir!!! La Luna???