martes, 31 de agosto de 2010

XEROX (3)

Hoy por fin, después de múltiples ruegos del chileno Nicanor Parra Sandoval, para que lo sacara en la sección XEROX de mi Blog, he tomado la decisión de honrarlo con la Entrada de este último día de mes, por 3 motivos:

1) Porque es un viejo amigo de mis amigos, y viene recomendado de política.
2) Porque cumplirá años el próximo domingo, y publico su poema como regalo de onomástico.
3) Porque ‘Don Nica’ es el creador de la antipoesía, y su obra ha tenido una profunda influencia en la prolífica literatura de Chipreviejo.


'Don Nica'. Imagen rapada de Wikipedia.


Mujeres



(Nicanor Parra)






La mujer imposible,


La mujer de dos metros de estatura,


La señora de mármol de Carrara


Que no fuma ni bebe,


La mujer que no quiere desnudarse


Por temor a quedar embarazada,


La vestal intocable


Que no quiere ser madre de familia,


La mujer que respira por la boca,


La mujer que camina


Virgen hacia la cámara nupcial


Pero que reacciona como hombre,


La que se desnudó por simpatía


(Porque le encanta la música clásica),


La pelirroja que se fue de bruces,


La que sólo se entrega por amor,


La doncella que mira con un ojo,


La que sólo se deja poseer


En el diván, al borde del abismo,


La que odia los órganos sexuales,


La que sólo se une con su perro,


La mujer que se hace la dormida


(El marido la alumbra con un fósforo),


La mujer que se entrega porque sí,


Porque la soledad, porque el olvido…


La que llegó doncella a la vejez,


La profesora miope,


La secretaria de gafas oscuras,


La señora pálida de lentes


(Ella no quiere nada con el falo),


Todas estas walkirias,


Todas estas matronas respetables


Con sus labios mayores y menores


Terminarán sacándome de quicio.

 
 
 
 
 
 
 
(Diccionario para incultos. Vestal: casta. Walkirias: personajes de la mitología, hermosas guerreras que cabalgaban y lucían armaduras plateadas…).
 

martes, 24 de agosto de 2010

Hostia-fobia

LA OBLEA CONSANGRADA


No quiero herir susceptibilidades. Tómelo Usted, sólo como la divina revelación de una patología mística. Confieso: espantosa fue mi primera y única relación con el cuerpo de Cristo.



Suena el timbre. Una mano creyente me tiende un sobre: “Invitación a Primera Comunión”. Entonces, se me devuelve el casete. Entro en shock. Pánico. Casi convulsiono.


Soy un hirviente volcán de traumas. Y evocar o revivir ese ritual católico, saca a flote mi “hostia-fobia” (terror exasperante con espasmos diafragmáticos, que me acontece al tener contacto bucal con la oblea consagrada).


El nacimiento de esta particular enfermedad, se remonta a mi más dulce y tierna infancia. Me describo en esa época virginal: 9 inocentes años, ideas cortas, pantalón de dril estilo China de Mao, motilado con corte a lo Marine (copete como brocha trajinada).


Era casto, puro, inmaculado, sin malos pensamientos. Todo un indiecito que adoraba: sol/luna/estrellas/eclipsis/arcoiris. Aún no me habían incorporado a las huestes cristianas: no había hecho mi ‘Primera Comunión’. Era un alma sin identidad y no conocía al Ángel de la Guarda mi dulce compañía.



Fiel a la tradición, mi mamá me dio un estrujón y caí de culos a un rebaño cuasi-celestial. Un bloque de búsqueda omnipotente conformado por 20 niños y niñas. Y quedamos en las manos perfumadas de un caritativo padre franciscano, que destilaba del hábito un mareante olor a incienso.



No lo niego: ansiaba volverme llave de Yavé. Aunque aclaro: no había entrado en uso de razón.

Fue torturante. ¡Para merecer el cielo hay que hacer mucho lobby! Sólo recuerdo que fueron agotadoras jornadas laborales donde me aplicaron inyecciones doctrinarias de grueso calibre. ¡Dios duele!

En mi memoria, guardo las imágenes macabras de un ejemplo que nos dio ese reverendo capuchino, para referirse al misterio de la hostia. Recuerdo, como si fuese ayer, esa actuación ligada al estilo stand up comedy.




Amalgamando facetas de Jerry Lewis, Lenny, Darío Fo, Alerta y la gorda Fabiola, el hermano de traje café y cordón grueso al cinto, tomó púlpito y ladró:

- “Niños y niñas que cruzarán la registradora hacia la cristiandad: en cierta ocasión dos ladrones, aprovechándose de la soledad reinante en una parroquia, entraron a robar nuestros emblemas sacros.

Empacaron en un costal de harina: marcos y lienzos y cortinas y hábitos, velas y velones y veladoras, cirios y candelabros, camándulas y escapularios, alcancías de limosnas y estampitas de la Virgen.

Y, por último, violaron la cerradura de nuestra mítica caja fuerte. Extrajeron sin piedad el cáliz de oro y con garra farisea cogieron una hostia bendecida.

Uno de ellos, el más fiero y sicario ateo, puso la hostia contra la pared, sacó un puñal de abrir pescados, y se lo clavó a la sacrosanta oblea con certera puntería. De allí, empezó a manar sangre de Cristo… borbotones… chorros… cascadas… ríos… mares. Los bandidos huyeron despavoridos, olvidando el costal con las riquezas.

Niños y niñas: y desde ese día, los feligreses de esa región se untaban los dedos con la sangre del Mesías, y se la rastrillaban en las partes de sus cuerpos donde tuvieran dolencias, y sanaban al instante por puro milagro…”.

Se me borró de la mente qué más dijo el venerable fray. No me acuerdo cómo hicieron para estancar la herida de la hostia. Porque tuvieron que frenar el torrente sanguíneo, o si no, no habría un solo enfermo sobre la faz de la Tierra. Pienso ahora: ¿quién sería el animal que la estancó y nos sometió a la mafia farmacéutica?



Pero ahí no termina mi cuento. Finiquitada mi preparación, y ya en la iglesia, cuando me tocó el turno para recibir mi... ¡Mi Primera Comunión!, abrí la boca con mucha maña (no era tan bocón como ahora). Saqué la lengua con mucho recato (no como ahora que me sobra lengua), y el cura la anidó allí con su mano olorosa a jabón Reuter.

Cerré la jeta con primor. E inmediatamente me acorde del relato de los ladrones. Entré en pánico. El copete Marine se me puso punketo. Sentí el palpitar de una bomba de tiempo entre mis dientes de leche. Tembloroso, me arrodillé en cámara lenta. El culito me ‘hachía achí’.

Y cuando menos pensé, me di cuenta de que la hostia se había pegado en mi paladar. Me era imposible desprenderla con mi inexperta lengua de infante. Empalidecí. Un frío tétrico me recorrió la nuca. Me imaginé que iban a salir chorros de sangre por mi boca de uchuva, por mis respingadas ñatas, por mis delicados tímpanos y hasta por mi estrecho anito.

Me iba a volver un propulsor de glóbulos. Un manantial escarlata. Me iba a convertir en: Niágara, Tota, La Cocha, un pozo Cusiana, el chorro de Ana…

Creo que ese breve lapso ha sido el tiempo más prolongado y sufrido de mi vida. (Eternidad ni siquiera comparable con el doble y letal mandato uribista). ¡Ese día, a mis nueve añitos, me arponearon esa bendita fobia!

La hostia termino por diluirse, y a mí se me diluyó, definitivamente, el deseo de volver a comer cuerpo de Cristo. Me imagino hoy, que tal vez fue un error no haberla mordido. Me habría convertido en un surtidor de milagros.

Sería rico y famoso con esa fuente benefactora. Con más billete que la niña de Piendamó, y con más clientela que helados La Fuente.

 (Fotografías: Archivo Familia Quintero Castro)


viernes, 20 de agosto de 2010

Cabriolá (1)

CHATEANDO



(primera mitad)

 


La hembra Auslénida irradia impaciencia. Está a punto de trincharse un seno cervical, pero la frena el crepitar vibrador del labalión que anuncia chat. Estira el meñique del hígado mayor y ensarta el enter del labalión. Lo lleva a su boca romboide, y masticándolo con ahínco explota un anhelante saludo que la sonroja en azulinos nacarados… ¡La dicha encapsulada!



Segundos atrás, en la zozobra de la espera, Auslénida se había ruñido hasta la madre sus ocho codos. Todo el día había amordazado el deseo rutinario de chatear con el macho Empilós. ¡¿Qué extraño, mi Empilós ha sido muy cronométrico en su tierno reporte virtual?!, pensó por fin, y ese precario razonamiento le funde una docena de neuronas… ¡Humo al cielorraso disparado en géiser!



Minutos atrás, entre sollozos telúricos de incomunicación, había rayado a dentelladas caninas el látex protector del labalión para cerciorarse de que no lo hubiese atacado un virus gusano-cubano. Pero, finalmente Auslénida se fresquió al comprobar que la marca no era gemeliada. El labalión no era clon, y el látex era auténtico vaticano: fino, resistente y saborizado, y daba tono augurando conexión.



Horas atrás, Auslénida había sufrido un epiléptico de interrogantes paranoicos. Si Empilós no conectaba: ¿Sería que él se enteró por la prensa amarillista de que ella era una de las condenadas a portar un rostro de modelo de pasarela? ¿Sería que él fue desintegrado por la cruel gendarmería que con verdaderos negativos buscaba alta condecoración, mejor ración y más consignación?




Terroríficas suposiciones que menguaron cuando cambió de chip, y se prendó del recuerdo de aquella madrugada cuando por el labalión conoció a Empilós. Chateo absurdo, fruto del azar cósmico, escapado de la férrea cuadrícula cibernética, y que propició un furtivo encuentro labaliónico.




Esa vez Empilós se disculpó por la equivocación. Según él, por olvido había escupido once veces el plasma del labalíon, una orden impar que sólo cobijaba al directorio de las féminas aléladaks de Cabriolá.




A través de ese labalión, modelo akztw-266 de sólo grafía, Empilós se presentó como un cabrío gélidock de Cabriolá, muy tímido, sin descorchar. Aseveró que únicamente tenía vida social con el papá y la mamá. Un caballero post-nuclear a quien el destino le había ofrendado una dichosa oportunidad para teclear con una apetecida sardina aléladak.




Después, se desgranaron 5233 días de 77 horas. Y en cada aurora la cita puntual de Empilós en el chat, era un motivo para que Auslénida disipará el horror de escuchar por los grifos el ruido de truenos y sables que venía azotando a Cabriolá desde hacía 2 centurias.


En esas digitadas labialónicas habían trenzado una sarta de reflexiones con ecos de kínder. Una subienda de vida inicua. Un tejido de triviales gustos faranduleros y de marquillas. Apremiaba una pronta cita no virtual para conciliar un matricidio cabriolano. Empilós le había jurado que en el próximo chat propondría un lugar para verse las carátulas y tocarse las solapas.



Vamos al voleo de tecla… ¡La dicha encapsulada!






- ¡Empy! Cariño, ¿eres tú?



- ¡Ausly! Mi tesoro, perdona la demora. Mi madre hoy amaneció muy sociable y me pidió de rodillas que le propinara una sesión de cachetadas antes de irse para misa. Discúlpame, pero soy un hijo atento a los afectos familiares y…



- Empy, tranquilízate. No vayas a pensar que eso me pone celosa. Ando un poco molesta por la fatiga de la espera. Imagínate que por causa de la desesperación me he comido todos mis codos. ¡Cielito, ya no podré firmar la colilla del votante, y no tendré descuentos en las toallas higiénicas!



- ¡Ausly, serénate, evita el suicidio! Cuando herede prometo regalarte un kit de codos siliconados importados de Cali.



- ¡Empy, eres un primor! Empy…



- ¿Qué quieres peluchito mío?



- ¿Cuándo nos conoceremos por fin?



- Más tarde. En una horita. Cuando retoñen mis glúteos. Mi padre estuvo hambriento y se los asé en carbón mineral.



- Empy, admiro tu generosidad. Eres un paradigma de hijo. Te mereces el cielo eterno. ¡No veo la hora de verte! ¡Te mataré a picos!



- Ausly mía, dentro de una hora te espero al frente de la nueva fosa común. Allí el Ministerio de Cultura montó una tienda de suvenires, allí escogerás los anillos de boda. ¡Hay unos fantásticos… talladitos en huesitos NN!



- ¡Mi amor, eres un romántico! Pero… ¿cómo nos identificaremos?



- Todo lo tengo pensado. Llevaré una iguana disecada a manera de corbata.



- ¡Mi vida, tu gusto me chifla! Yo llevaré una gargantilla con picos de águilas negras… ¡mera fantasía!



- ¡Debes verte preciosa! Cariño, creo que es hora de despedirnos, me retoña lo que te dije.



Auslénida bebe un preparado de ajos yodados para espantar el fastidio sacaroso que le dejó el labalión en los pelos de la lengua. Afanada, abre la cremallera que campea de oreja a oreja su cráneo, y deja escapar un onceno de luciérnagas. Los insectos, adiestrados para ayudas de tocador, se posan en los perfiles de la techumbre y en conjunto iluminan la desnudez cabriolana.



(Continuará).
(Fotografías: archivo familia Quintero Castro).




sábado, 7 de agosto de 2010

BARDA

Mercedes




Mercedes Valencia: Hermosa barda. El mes pasado te di un beso sin resquemor. Pese a que olías a mil demonios, poco importa cuando la ternura sale de las entrañas.




Hoy, esculcando en mis papeles, encontré un texto que me escribiste, una noche de tormenta. Lo apuntaste en una hoja manchada en orines. Con un mocho de lápiz. Tenías los dedos quemados por el bazuco. Tú me diste el acróstico, y yo te di un pan de 100. ¡Soy un estafador!


Foto: Atardecer Manizalita, María Olga Quintero Castro
 
 
Ganarte estando
mi corazón herido


En este camino
que es la vida
sin ostentaciones
como sos vos


Reír en tu regazo
como si mis primaveras
(¡comprendés!)
no hubieran sido rotas
por el descuido amor
que yo te entrego


Ante mi soledad
que espero sea
el mejor regalo
que te entrego
quiero que seas mío


Rojo es el cielo sin ti
como si la grama
tuviera un sentimiento


Desde el recóndito lugar
del mundo y la ilusión
de que tu amor me colme


O es que mi corazón
es tu casa


(Mercedes Valencia, 1999)

viernes, 6 de agosto de 2010

NOTA AMARGA

(MANIZALES)



Solángela Busca Ventana

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Me lo contó una profe (q.e.p.d.):





Parecía un hombre.

En furia arrojaba sillas.
Era hermosa e inteligente.
No quería al padrastro.
Era una niña de psiquiátrico.
Le ayudaba a todos en las tareas.
Brava se golpeaba con hombres y mujeres.
Vivía con la madre y el padrastro.
Los vio en el acto sexual.
Llegaba a clases con moretones.
La madre la golpeaba con una cuerda eléctrica.


Una vez trató de arrojarse por la ventana del salón de tercero de primaria.


(Hace 15 años fue internada en un hogar especial del ICBF. ¿Hoy dónde estás corazón?)

jueves, 5 de agosto de 2010

ORGASMO


PROFESOR:



Alumno Tarantico, tiene 7 minutos para que escriba un texto libre. Con las siguientes condiciones: “ORGASMO”, como palabra provocadora. Y el relato debe incluir, entre otras, 7 palabras:
“Ganancia”, “Ósculo”,
“Rapidez”, “Acierto”,

“Serpiente”,
“Manco”,
“Oriente”.

 

TARANTO:


Profe, como mande su Mercé. Ahí le va de manera automática. ¡Para mañana es tarde!

 
   
 
Sor-presa



(Mientras claman las campanas una Mujer, apresurada, escribe en un computador)



Al manso de aspereza

al casto de atadura

al asno sin ORIENTE

al MANCO de erotismo

lanzo la SERPIENTE del orgasmo:



¡Aleteo de ganso

leve quisquilleo

huella de espasmo y hastío!



A todos aquellos que

siembran ausencia en el tálamo

lanzo un ACIERTO de la vida:



¡El orgasmo

ese potro en RAPIDEZ

ese placer en GANANCIA

ese ÓSCULO de muerte!



(Las campanas avivan, alborotan, llaman a reunión. La Mujer, furtiva, apaga el computador y toma un misal. Sale y se integra a una fila de monjas).